Para hacer periodismo y, más aún, periodismo de actualidad, a diario, entonces hay que informar, analizar y opinar. Siempre en ese orden.
La verdad es muchas veces una cosa compleja, discutible, porque lo que llamamos realidad lo es: la cosa pública, lo común, es tantas veces discutible. Pues bien, que la verdad sea entonces el norte a tratar de alcanzar.
En este modo selfie de vida que vivimos: yo, yo y después yo; y en la era de la posverdad que nos atraviesa, donde la realidad se construye y existe en un ecosistema a gusto del consumidor (que se retroalimenta), sucede entonces que estas bases del periodismo están volando por los aires hace ya un tiempo (al menos de lo que pienso que se acerca a la idea de periodismo).
Por eso, pensaba, Magdalena Ruiz Guiñazú, con todo lo discutible y opinable que es susceptible de ser, parece una periodista de otra era, de otro tiempo. Porque lo es.
Nada (muletilla), pensaba esto mientras veía a periodistas en los medios nacionales hablar de ella y del periodismo a lo largo del día.
Y ya que estamos, para exorcizarme un poco digo que, es un espanto todavía mayor, escuchar a diario que comunicadores que tienen que informar, primero deberían informarse, porque no tienen puta idea. Y de paso, ya que estamos, cultivarse un poco.
Al día de hoy, los libros no muerden.
*
MAGDALENA. Muy grosa, distante años luz de la basura que abunda en los grandes medios en este tiempo. Por una cuestión generacional, la escuché en el tramo casi final de su carrera, con “Magdalena tempranísimo” en los años de Continental, durante los primeros gobiernos kirchneristas.
Sus entrevistas con Aníbal Fernández, siempre vocero ocupara el cargo que ocupase, eran muy buenas, a fondo, interesantes y muy entretenidas. La verdad, Magdalena casi siempre tenía razón en el sentido de sus repreguntas y planteos: era muy aguda y súper directa. En esa época tenía de columnistas a Edgardo Alfano, de los pocos periodistas con “línea política propia” del Grupo Clarín, y la excelente María O’Donnell, que ya era buenísima entonces y, desde hace una década aprox., conduce sus propios programas.
No la seguí en los últimos años de Mitre con Lanata, con una línea editorial cada vez más sesgada y afín a ciertos sectores de poder político-económico del país y de la región (me refiero al medio y no a ella), y luego le perdí el rastro. Como sea, cualquier periodista o comunicador que aspire a intentar hacer buen periodismo, en particular en radio, tiene que escuchar programas de radio como los de Magdalena. QEPD.
