El 3 de enero de 2017 partía el respetado y querido Guido Vera. Este breve texto es posterior al sepelio, acontecido al día siguiente de su muerte.
Se fue un gran tipo, un buen periodista. Nunca trabajé con él y, siendo varias generaciones más joven en el ejercicio del oficio en nuestro pueblo, Guido Vera siempre tuvo una amabilidad y afabilidad absolutamente genuinas. Transparentes.
Don de gente.
Tal como dice Tony Villanueva, nos dimos el gusto de tenerlo en la radio como invitado ‘especial’ en 2014, cuando recién se había jubilado: él se sentía halagado, aunque no se la creía y no se la creyó ni un poco. Le dijimos al aire si acaso no pensaba escribir un libro sobre su extensa trayectoria, cuando el propio desarrollo de los medios en Río Gallegos aún era en buena medida un camino a transitar y descubrir. Nos respondió que unos cuantos ya le habían hecho la misma pregunta.
Cada cual recuerda por estas horas la última charla, el último saludo: en mi caso fue hace unos meses en el kiosco Las 24 horas, él con el deportivo Olé abajo del brazo y yo con mis revistas a cuestas. No por nada tanta gente lo recuerda con palabras sentidas: se cosecha lo que se siembra. Aunque es muy subjetivo, quizá por su edad y la mía, Guido me hacía sentir -con un simple saludo en la calle o con alguna charla de ocasión, siempre amigable- que hablaba de igual a igual con un hombre cercano a la generación del viejo que ya no tengo. «Las malas personas no pueden ser buenos periodistas», resume la recordada frase de Kapuscinski. Un laburante que utilizó las armas nobles del oficio, un obrero del periodismo, una mejor persona. Tratemos de honrarlo con el ejemplo. ¡Que en paz descanses, Guido! Gallegos te va a extrañar.
