Hablemos de nosotros: víctimas, cómplices y verdugos

SE CUMPLEN 101 AÑOS DE ‘LA PATAGONIA REBELDE’.

Tenemos que seguir hablando de la gran matanza porque nunca se hizo justicia. Tenemos que seguir hablando porque tampoco los actores y las instituciones responsables hicieron autocrítica en cien años que pasaron.

La Sociedad Rural de Río Gallegos se fundó en paralelo a la organización de la represión (otro tanto pasó en el interior de Santa Cruz). El Ejército argentino fusiló con el apoyo de las guardias blancas, formación paraestatal de la que participaban los estancieros, en apoyo a los funcionarios designados por el presidente radical Hipólito Yrigoyen en lo que entonces era el Territorio Nacional de Santa Cruz.

Fue el líder radical quien mandó al Ejército y luego nada hizo cuando se conoció en Buenos Aires lo que había pasado acá.

¿Los dirigentes actuales de la Sociedad Rural son responsables de lo que pasó entonces? ¿Son los líderes de la Unión Cívica Radical de Santa Cruz responsables de aquello? ¿Es el dueño de La Anónima el responsable de lo que hicieron sus abuelos?

No, no lo son. Pero sí existe lo que se llama responsabilidad histórica.

De eso no se habla, de eso no se habló, durante décadas. Fue Osvaldo Bayer quién investigó y reveló los hechos cincuenta años después de lo sucedido, a fines del ’60 y en los ‘70s. Pasaron otros cincuenta años de aquella revelación: Osvaldo invitó muchas veces a que se realizara un gran congreso en el que participaran los historiadores del Ejército, de la Unión Cívica Radical, para que se discutiera la verdad histórica. No sucedió.

Sobre ese silencio de miedo, cómplice y culposo creció la sociedad de Santa Cruz, en los distintos pueblos donde sucedió la huelga, la matanza. De ese silencio venimos. Acá apalearon, maltrataron, apresaron, asesinaron. Son nuestros ancestros, nuestras propias familias, las de muchos de nosotros quienes lo vivieron: víctimas, cómplices o verdugos.

Nadie dice que es fácil mirarnos en ese espejo. Pero alguna vez habría que empezar a hacerlo.

Hoy se cumplen 101 años del que fue el hecho emblemático de aquella huelga: el 8 de diciembre de 1921, en estancia Anita, en Calafate, un gran número de trabajadores rurales fueron fusilados. No fue la única matanza, pero sí es la más recordada; de allí fugó el líder huelguista Antonio ‘el Gallego’ Soto en la noche del 7; ahí obligaron a los peones a cavar sus propias tumbas luego de ser apaleados en la noche, en el frío de la intemperie.

En Anita, la estancia de La Anónima.

Leía ayer una información oficial de gobierno según la cual “UNESCO acompaña a Santa Cruz en la querella ante la justicia por los Fusilamientos de 1920 y 1921”. Un párrafo detalla que “el 7 de junio de 2021 el Gobierno de Santa Cruz, por decisión de la gobernadora Alicia Kirchner, se presentó ante la Justicia Federal como querellante en la causa donde se solicita declaración de delitos de lesa humanidad a los fusilamientos ocurridos en la provincia durante 1920 y 1921”.

Desconozco los detalles (en realidad, mucho más no se sabe públicamente), pero apoyo la idea: si el gobierno provincial habla de “genocidio” de manera institucional, como lo ha hecho en los últimos años, pues entonces debe hacer algo en consecuencia.

A muchos nos separa un abismo respecto de los actores y la política de derechos humanos del gobierno de Alicia Kirchner, plagado de contradicciones, sectarismo e incluso macartismo. Veamos qué pasa con esta demanda. Reclamemos y exijamos también a ellos.

No dejemos de hablar de la matanza impune de la huelga de 1921, sigamos haciéndolo y recordándolo.

Para cerrar, vale decir que allí estará, como cada 8 de diciembre desde hace muchos años, el compañero y amigo Luis Milton Ibarra Philemon junto a la comisión independiente de El Calafate, en el cenotafio que recuerda a los obreros rurales asesinados en Anita.

Un gran abrazo y todo nuestro afecto a él. En el recuerdo de Osvaldo Bayer, por la memoria de los huelguistas fusilados en Santa Cruz.

Collage de algunos de los escritos del libro que hablan sobre el tema.

“¡Con asesinos no nos acostamos!”

Vale la pena dejar algunos apuntes en esta bitácora: hoy cumpliría 95 años Osvaldo Bayer, quien vive en su obra y en las causas que defendió a lo largo de su vida. Aunque murió hace poco más de tres años, en diciembre de 2018, don Osvaldo late fuerte. Ayer nomás se cumplieron 100 años del episodio de las putas de San Julián, que se negaron a recibir a los soldados fusiladores en La Catalana; hecho revelado por él en el libro 2 de La Patagonia Rebelde.

Como dice el amigo Luis Milton Ibarra Philemon, la memoria es rebelde. Así debe ser ante las injusticias.

*

Les dejo aquí el posteo que subimos desde la Comisión por la Memoria de las Huelgas de 1920-1921 de Río Gallegos:

Ocurrió el 17 de febrero de 1922, cuando gran parte de los fusilamientos del Ejército argentino ya habían sido consumados durante el gobierno del radical Hipólito Yrigoyen, con la participación activa y necesaria de la Sociedad Rural y de la Liga Patriótica locales, claros representantes de la oligarquía. Este breve y significativo episodio de las huelgas rurales fue revelado por Osvaldo Bayer en el capítulo “La inesperada derrota de los vencedores”, en el Tomo II de La Patagonia Rebelde, titulado La Masacre. En sus últimos años de vida, Osvaldo divulgó el hecho a través de la obra de teatro Las Putas de San Julián, una versión libre del dramaturgo Rubén Mosquera. A 100 años de este hecho tan significativo, compartimos el capítulo completo de esta historia que debemos seguir divulgando:

LA INESPERADA DERROTA DE LOS VENCEDORES

«Premiamos el triunfo de la virtud de los soldados argentinos.»

MANUEL CARLÉS, al entregar medallas a los soldados expedicionarios a la Patagonia.

HABÍA LLEGADO el momento del descanso para los soldados. Luego de tanta tensión venían las ganas de no hacer nada, venían las ganas del sexo.

Fusilar había sido oficio agotador y por más que salió bastante bien y no costó mucho, resultó –al paso de los días– un recuerdo desagradable. Quien más quien menos se acobardaba de la cara de miedo de los chilotes al morir, de la cara de rabia de los gallegos, de las muecas trágicamente irónicas de los anarquistas alemanes, rusos y polacos cuando estaban frente a los pelotones de soldados argentinos.

Pero ya había pasado todo y ahora los soldados estaban en los puertos de la costa esperando los barcos que los volverían a Buenos Aires. El teniente coronel Varela les había aflojado un poco la disciplina. Buen tipo este Varela. Nada sonso. En pocos días les quebró el pescuezo a las columnas huelguistas, las copó y les dio la gran paliza. No le tembló la mano en ningún momento ni se ablandó ante la mirada de carneros degollados de los chilotes. Y no había permitido que a ninguno de sus soldados se le aflojaran las piernas. Los levantaba en peso con cuatro gritos. Eso era bastante para que el que empezaba flojo fuera después el mejor fusilador.

Después que se acabó todo, Varela había tenido gestos verdaderamente paternales con sus soldados. Por ejemplo esto, al llegar a los puertos, permitirles ir a los prostíbulos para que se sacaran el gusto y lo acumulado entre tanto macho. Desde que habían salido a cazar chilotes y anarquistas no vieron una sola mujer, ni siquiera una chilena.

Todo este episodio histórico  –el más cruel de nuestra historia en los primeros setenta años de este siglo– tiene la característica de una barrabasada, que siempre terminan por cometer los hombres cuando están mucho tiempo entre ellos, cuando se los deja solos y sienten la necesidad de demostrar que son duros, fuertes, machos. Fueron fusilamientos en seco, en frío. Fusilamientos en silencio. De haber pájaros, se hubieran escuchado sus trinos, entre descarga y descarga. Pero nada, ni el alarido ni el llanto de una mujer. Hasta los chilotes con su cara de asustados se las aguantaban. No hubo súplicas ni perdones. Fue una cosa entre hombres.

Pero ahora era otra cosa, en las ciudades había mujeres y todo cambiaba. Los duros muchachotes de uniforme se ponían blandos y les agarraba la risita cuando veían pasar a una mujer.

Se reunió a los soldados, se les hizo poner en posición de descanso y se les explicó que iban a ir al prostíbulo en tandas. Un suboficial, con términos bien claros para que entendieran todos, dio detalles de cómo se debe hacer uso de una prostituta y no contagiarse una gonorrea o un chancro.

Las cosas se organizaron bien: previamente se mandó decir a las dueñas de los prostíbulos que a tal hora iba a ir la primera tanda de soldados para que tuvieran listas a las pupilas. En San Julián se avisó a Paulina Rovira, dueña de la casa de tolerancia «La Catalana».

Pero cuando la primera tanda de soldados se acercó al prostíbulo, doña Paulina Rovira salió presurosa a la calle y conversó con el suboficial. El suboficial les vendrá a explicar: algo insólito, las cinco putas del quilombo se niegan. Y la dueña explica que no las puede obligar. El suboficial y los conscriptos lo toman como un insulto, una agachada para con los uniformes de la Patria. Además, la verdad es que andan alzados. Conversan entre ellos y se animan. Todos, en patota, tratan de meterse en el lupanar. Pero ahí salen las cinco pupilas con escobas y palos y los enfrentan al grito de «¡asesinos! ¡porquerías!», «con asesinos no nos acostamos».

La palabra asesinos deja helados a los soldados que aunque hacen gestos de sacar la charrasca, retroceden ante la decisión del mujererío, que reparte palos como enloquecido. El alboroto es grande. Los soldados pierden la batalla y se quedan en la vereda de enfrente. Las pupilas desde la puerta de entrada no les mezquinan insultos. Además de «asesinos y porquerías» les dicen «cabrones malparidos» y –según el posterior protocolo policial– también otros insultos obscenos propios de mujerzuelas.

La cosa no da para más. El insulto de asesinos les ha quitado a los curtidos soldados la gana de todo. La picazón en las ingles se ha convertido en un amargo sabor en la boca. Ya no tienen ganas de nada sino de emborracharse, de pura rabia.

Pero esto no quedará así. Interviene el comisario de San Julián y hará arrear a las desorejadas hasta la comisaría. Las cinco rameras son llevadas por los agentes entre las sonrisas burlonas de los hombres y el desprecio de las mujeres honestas del pueblo. También se llevan a los tres músicos del prostíbulo: Hipólito Arregui, Leopoldo Napolitano y Juan Acatto, que son dejados de inmediato en libertad al llegar a la comisaría porque declaran solícitos que reprueban la actitud de las pupilas. Además, son músicos que siempre prestan sus servicios gratuitos en las fechas patrias.

A las meretrices las meterán en un calabozo. El comisario tiene aquí una grave responsabilidad. Dentro de todo se ha insultado al uniforme de la patria y se ha tomado partido por los huelguistas. Por eso resuelve ir a pedir consejo al teniente 1° David S. Aguirre, a cargo de la guarnición militar. Este militar no quiere ningún escándalo, no quiere que la cosa pase a mayores. Total, en resumidas cuentas, se trata solamente de la opinión de cinco putas.

Una paciente investigación nos ha llevado a conocer el nombre de estas cinco mujeres o, mejor dicho, de estas cinco mujerzuelas. Los únicos seres que tuvieron la valentía de calificar de asesinos a los autores de la matanza de obreros más sangrienta de nuestra historia. He aquí sus nombres, tal vez los mencionaremos como un pequeño homenaje o no digamos homenaje, digamos recuerdo de las cinco mujeres que tuvieron ese gesto de rebelión.

Lo diremos con la filiación policial tal cual aparecieron en los amarillos papeles del archivo: Consuelo García, 29 años, argentina, soltera, profesión: pupila del prostíbulo «La Catalana»; Ángela Fortunato, 31 años, argentina, casada, modista, pupila del prostíbulo; Amalia Rodríguez, 26 años, argentina, soltera, pupila del prostíbulo; María Juliache, espñola, 28 años, soltera, 7 años de residencia en el país, pupila del prostíbulo, y Maud Foster, inglesa, 31 años, soltera, con diez años de residencia en el país, de buena familia, pupila del prostíbulo.

Jamás creció una flor en las tumbas masivas de los fusilados; sólo piedra, mata negra y eterno viento patagónico. Están tapados por el silencio de todos, por el miedo de todos. Sólo encontramos esta flor, este gesto, esta reacción de las pupilas del prostíbulo «La Catalana», el 17 de febrero de 1922. El único homenaje a tantos obreros fusilados.

Fotografía de Maud Foster, del archivo de nuestro compañero Luis Milton Ibarra Philemon, fundador de la Comisión por la Memoria de las Huelgas de 1921 de El Calafate.

100 años de La Patagonia Rebelde: “Mi padre se fue a Chile defendiendo su vida”

Un testimonio reciente echa luz sobre la figura de Severo Benítez, un delegado de la histórica huelga de trabajadores rurales ocurrida en Santa Cruz en 1920 y 1921. Al igual que el líder rebelde, Antonio “el Gallego” Soto, Benítez logró salvarse de los fusilamientos en estancia Anita, episodio del que se cumplen 100 años este 8 de diciembre. Tras la huida del Lago Argentino (El Calafate), ambos forjaron una amistad al otro lado de la frontera.

*Reseña de video-documental escrita para Sudestada

Con 92 años recién cumplidos, hasta sus últimos días Dante Benítez dio testimonio de quién fue su padre. El destino (o el azar) quiso que esta entrevista, registrada por el realizador audiovisual Christian González Santana en Río Gallegos (Santa Cruz), se realizara dos meses antes de su muerte, ocurrida el 25 de octubre pasado.

“El dirigente huelguista porteño Severo Benítez logró escaparse de los fusilamientos de la estancia Anita el 7 de diciembre de 1921, luego de perder en la última asamblea donde deciden rendirse la mayoría y entregarse al ejército. Severo Benítez se fuga hacia Chile y regresa muchos años después muy anciano. Tuvo varios hijos y uno de ellos es Dante Benítez”, relató el historiador santacruceño Luis Milton Ibarra Philemon en 2019, durante una presentación realizada en el sur del país.

Ibarra Philemon es, en este cortometraje documental, el testimonio que completa el relato y echa luz sobre la figura de este delegado sobreviviente de la matanza obrera. Fundador de la Comisión por la Memoria de las Huelgas de 1921 de El Calafate, Ibarra Philemon es un investigador incansable que hace tres décadas forjó un vínculo muy cercano con el periodista e historiador Osvaldo Bayer, quien reveló la masacre de trabajadores rurales en su obra “Los vengadores de la Patagonia trágica”, rebautizada “La Patagonia Rebelde” tras el film que realizó junto a Héctor Olivera en 1974.

En el proceso de su investigación, Bayer entrevistó al delegado Severo Benítez en Chile. Su testimonio está publicado en el capítulo “El regreso de Antonio Soto”, en el tomo tercero de su obra.


Escribe Bayer: “En el mismo Puerto Natales visitamos a Don Severo Benítez Olguín, porteño, a quien la huida de estancia La Anita significó un cambio definitivo en su vida. Huyó a Chile el mismo día en que lo hizo Antonio Soto y desde ese entonces quedó para siempre en esa pequeña ciudad del  seno de la Última Esperanza. Nos relata la última asamblea, los esfuerzos que hizo Antonio Soto para que la gente no se rindiera. ‘Antonio Soto les habló claro de los peligros –nos dice– de pactar con Varela, pero la gente quería rendirse y terminar con la huelga. Después comenzaron a desparramar la versión de que Soto había entregado sus compañeros. Nada más infame. Fue siempre un hombre bueno, honrado y trabajador, querido por sus compañeros. Pregunte usted en Puerto Natales y en Punta Arenas a todos los que lo conocieron, verá con qué cariño levan a hablar de él. En la huelga era un hombre muy joven y tal vez no calculó que todos los intereses se le iban a echar encima. Hay que remarcar que fue una huelga de solidaridad por los presos. Ese fue el verdadero motivo y no otro. Él nos decía siempre, cuando suelten a nuestros presos vamos a entrar a conversar sobre el cumplimiento del convenio. Pero Varela no permitió dialogar en ningún momento. Entró matando, fusiló a mucha gente de campo que no había cometido absolutamente ningún delito. Se lo digo como argentino. Desde aquel entonces me quedé en Puerto Natales y ya no quise volver’”.

Pero Severo Benítez finalmente regresó, años después, a Río Gallegos, Santa Cruz, donde falleció en la década del ’80. Fue primero el investigador Ibarra Philemon quien logró llegar a sus familiares y allí conoció a Dante, uno de sus doce hijos, con quien también forjó un vínculo cercano.

En los últimos años, el investigador fue el nexo entre Dante y el periodista santacruceño Ernesto Zippo, quien recogió aspectos inéditos del vínculo entre Antonio Soto y Severo Benítez.

A cien años exactos de la huida de estancia Anita, que permitió salvar sus vidas, esta producción audiovisual es el último y más completo registro de aquel vínculo entre el líder y el delegado de La Patagonia Rebelde.

Link de la publicación original que, además, lleva al video: https://www.editorialsudestada.com.ar/100-anos-de-la-patagonia-rebelde-mi-padre-se-fue-a-chile-defendiendo-su-vida/

Esta noche

Esta noche es la víspera de la gran matanza, el preludio de la ejecución de trabajadores en la Estancia Anita, de los dueños de La Anónima, en cercanías de El Calafate, a manos del Ejército argentino. Es el primer gobierno radical de Hipólito Yrigoyen.

Es también el momento de la huida para unos pocos.

Esta noche –hoy– se cumplen 100 años de la tragedia más grande de la Patagonia: la masacre, la pena de muerte sin juicio previo de cientos de trabajadores que reclamaban por las condiciones de vida más elementales; muchos de ellos chilotes, extranjeros de diversas latitudes, también argentinos. Algunos con formación ideológica: anarquistas, socialistas, anarcosindicalistas. Muchos otros –tantos– no, hombres de trabajos duros analfabetos o semianalfabetos.

Una segunda huelga, la de 1921, que se realizó en solidaridad con trabajadores que habían sido detenidos, luego de una primera huelga en la que los grandes estancieros incumplieron el nuevo convenio de trabajo.

Un número no esclarecido de hombres serán fusilados en Anita esta noche. Van a ser muchos. Será la gran matanza, pero no la única de estos meses. Antes de ser ejecutados van a ser apaleados, estaqueados desnudos a la intemperie de la noche, obligados a cavar sus propias tumbas. Aunque hubo fusilados antes y los habrá después, la masacre en Anita es el hecho emblemático de la represión de la Patagonia Rebelde: una matanza –¿un genocidio?– que permanece impune hasta nuestros días.

Sin embargo, no todos acatarán la decisión de la asamblea de rendirse ante la llegada del Ejército. El Gallego Antonio Soto es uno de ellos. El líder de la Sociedad Obrera intentará persuadir a sus compañeros, les dirá que deben escapar para reorganizarse y seguir la huelga. Huirá junto a un puñado de hombres.

Ese mismo día, en la zona del Lago Argentino pero en un grupo diferente de hombres a caballo, también escapará hacia Chile un delegado rural de la Sociedad Obrera: su nombre es Severo Benítez. Él también salvará su vida y, años más tarde, estrechará amistad con Antonio Soto en el sur de Chile.

Su hijo Dante Benítez, quien falleció hace apenas un mes y medio en Río Gallegos a los 92 años, dio testimonio de quién fue su padre hasta el final. El incansable y persistente trabajo de Luis Milton Ibarra Philemon primero, y de Ernesto Zippo en los últimos años, hicieron posible este registro notable del realizador Christian González Santana, más conocido como El Chileno.

A 100 años exactos de la masacre injusta e impune, invito fervientemente a que miren con atención este trabajo grandioso de tres amigos y compañeros. Ha sido un gusto poder compartir esta reseña en Sudestada, que aporta algunos aspectos complementarios y que también invito a leer.

Link de la reseña, que además lleva al video documental.
Luis Milton Ibarra Philemon (captura de pantalla del video)
Dante Benítez responde las preguntas de Ernesto Zippo.

Charla de viernes por la noche en el ciclo Letra y Música

Les comparto la conversación que mantuvimos con Antonio Andrade en su perfil de Instagram el viernes 30 de abril por la noche. Hablamos de asuntos varios, pero sobre todo hablamos de periodismo y de este blog, de modo que me parece interesante compartirlo acá.

No había incursionado aún en los vivos de Instagram y estuvo bueno hacerlo. Agradezco la invitación a Antonio, quien llevó la conversación de manera clara y con un criterio de preguntas e inquietudes también claro y directo, lo que es una virtud.

Se trata sencillamente de hablar de lo que nos gusta, por lo que aparecieron temas recurrentes en esta bitácora: qué nos pasa con Río Gallegos, la figura de Osvaldo Bayer y el centenario de la masacre de 1921, los años de radio y el oficio periodístico, entre otros temas.

Quien guste pegarse una vuelta…

Imagen ilustrativa de la charla virtual, tomada de los perfiles de Emilio Gabriel Castelli García, el personaje de los libros de Antonio que da nombre a sus perfiles.

El día que desmonumentaron a Roca en Río Gallegos

Apuntes urgentes de la noche en que fue removido el histórico monumento al ex presidente.

22 de diciembre de 2020, hora 22– Chau Roca (a favor de que hayan sacado a Julio Argentino Roca de la esquina principal de la ciudad). Comentario muy en caliente y al paso, puesto que la noticia era un rumor pero no se informó con anticipación: estoy de acuerdo con des-monumentar al general Roca, aunque me hubiese encantado que esto sucediera a partir de una amplia discusión pública, cosa para la cual no hay margen en la gestión del intendente Grasso. Del mismo modo, lo que sea que se vaya a hacer en ese lugar debería ser una decisión con participación comunitaria y por vías democráticas y participativas. ¿Será? Lo dudo, a juzgar por el personalismo de nuestro osado intendente.

El tema estuvo en boga este año de pandemia a través del grupo virtual Desmonumentar a Roca en Río Gallegos, pero no llegó a meterse en la discusión de –por ejemplo– los funcionarios y políticos en general, o en los diarios y en las radios (con contadísimas excepciones), o en foros de noticias, lo que hubiese sido una señal de que el tema se metía en la agenda de discusión pública de la ciudad.

Aunque se debe profundizar la info… ojo: existe una ordenanza vigente para sacar el monumento y reubicarlo. De cualquier modo, es fácil advertir que las razones del intendente, cuyo personalismo lo marca todo, en nada deben estar relacionadas con la discusión histórica en torno al controvertido padre de la Campaña del Desierto, campaña asesina de pueblos originarios y benefactora de la vieja oligarquía, los dueños de la tierra.

Del gran Osvaldo Bayer aprendimos muchas cosas, entre ellas el sentido de la campaña para des-monumentar a Roca que el viejo militó durante muchos años. De hecho, en 2006 presentó su charla al respecto aquí en Río Gallegos, a sala llena en el Complejo Cultural, donde muchos tuvimos la chance de escucharlo y además entrevistarlo.

Sudestada editó este libro de Marcelo Valko, un profundo conocedor de la problemática que militó incansablemente el tema junto al autor de La Patagonia Rebelde. Muy en caliente (ahora veo que el tema me moviliza, como a muchos y muchas), termino con la reseña del libro debajo y, a modo de posdata… que el monumento vaya a la Sociedad Rural, donde muy probablemente será más que bienvenido por amplia mayoría.

RESEÑA: Aunque parezca absurdo, su figura de bronce todavía impone respeto en decenas de plazas municipales; desde allí nos observa en su pedestal de impunidad y negociados, garantizando la continuidad de un sistema que sigue empujando hacia los márgenes a los pueblos originarios, que reparte las riquezas entre unos pocos, que multiplica la injusticia y condiciona la dignidad de quienes resistieron. Este libro propone un recorrido que va más allá de apuntar el perfil biográfico de quien comandó la mal llamada «Conquista del Desierto». Este trabajo de Marcelo Valko procura también registrar el paso de la campaña por quitar del pedestal la figura del General Roca, para reemplazarlo por referentes de lucha y dignidad de la Patria profunda. Un desafío que sigue su rumbo en estos días, brotando como una semilla de las entrañas de la memoria colectiva.

Agregados al pie de la publicación original:

  • Una persona comenta al pie del posteo en Facebook: OsvaldoBayer tiene una mirada ideológica y relata la historia de nuestro país de ese lugar y no relata la verdad. Respondo que todas las miradas son «ideológicas», estimada, en el sentido que tienen una valoración de la realidad y, al ser la que aprendimos en la escuela, la juzgamos como «la verdad» y «la realidad» porque «siempre fue así». La verdad en sí misma no existe cuando se juzga el quehacer humano. La historia que respalda a Roca también tiene una concepción y valoración de la realidad. Lo interesante es animarse a discutir, a leer (hay muuuucho por leer) y a sacar ideas en limpio. Comparto debajo algo muy interesante a propósito de qué mirada tenemos de la historia.
  • Recomiendo este libro de Marcelo Valko: en su charla a través del grupo Desmonumentar a Roca en Río Gallegos, el historiador dijo que este libro supera y mucho a Desmonumentar a Roca… y es cierto; sobre todo porque profundiza su argumentación y su objeto de análisis. El libro es nuevo y vale la pena su lectura.
  • De manera absolutamente sobria, el Municipio informó a través de su Facebook oficial este mediodía (el apunte llega a través de un amigo): En la continuidad del Plan de Mejoramiento y ensanchamiento de la Avenida San Martín la Municipalidad de Río Gallegos seguirá con los trabajos desde la Avenida Kirchner hasta las calles Alberdi/Alcorta. En este sentido se comenzará con la remoción de los elementos dispuestos para el estacionamiento en 45 ° que posee actualmente. La labor de ensanche de ambas manos comprende la construcción de un boulevard, el retiro del material sobrante, apisonado y relleno con hormigón, además de la construcción de los correspondientes cordones y un cantero que se eleva unos 40 centímetros y que próximamente contará con césped y nuevas especies florales. También se procederá al retiro base y de busto del Presidente Julio Argentino Roca para su restauración y posterior reubicación del mismo.

Las masacres

HOY SE CUMPLEN 100 AÑOS DE LA MASACRE EN LA FEDERACIÓN OBRERA DE MAGALLANES, llevada a cabo por las fuerzas represivas del Estado chileno en conjunto con sectores civiles de la denominada ‘guardia blanca’, quienes contaron con el silencio cómplice de actores como la Iglesia Católica y los Salesianos.

Ocurrió en Punta Arenas, en la madrugada del 27 de julio de 1920: el asalto armado seguido del incendio de la sede de la federación de trabajadores –donde además se imprimía su periódico y funcionaba su biblioteca– se cobró la vida de decenas de obreros muertos a bala y sable, algunos de ellos incluso murieron calcinados. Como pasaría en Santa Cruz ese mismo año y sobre todo al año siguiente, en 1921, donde se aplicó la pena de muerte a cientos de trabajadores rurales que reclamaban por las condiciones más elementales de una vida digna. Se los fusiló en el campo y se los enterró en fosas colectivas, o se los prendió fuego.

A un lado y otro de la frontera se repiten ciertos actores muy poderosos, en una frontera que no era tal en la vida diaria y en los vínculos familiares y laborales que nos unían desde entonces. Entre ellos, la participación necesaria de la Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia, más conocida como La Anónima.

La historia nos interpela por los nombres y tira por los vínculos de hijos y nietos a quienes les fue contada la vivencia de su padre, su madre, sus tíos y abuelos. Víctimas, sobrevivientes o testigos.

A cien años, la historia pesa por lo injusta.

«La masacre», el segundo libro de Bayer.
Carlos Vega Delgado, editor de la revista de historia regional ‘Impactos’, de Punta Arenas, publicó este libro esencial con la colaboración del novelista y poeta Pavel Oyarzún Díaz.

Cien años de injusticia

La Patagonia rebelde, como conocemos popularmente a las huelgas rurales de 1920 y 1921 en Santa Cruz gracias (fundamentalmente) a la obra de Osvaldo Bayer, está marcada a fuego por razones de mucho peso: hoy son los nietos de quienes lo vivieron los que cuentan las historias familiares, lo que va quedando de ellas trascurridos los años y las generaciones. En Río Gallegos por ejemplo, don Dante Benítez, quien ya pasó los 90, todavía cuenta la historia de su padre, Severo, un delegado rural que salvó su vida. Hace poco murió Aurora López en Pico Truncado, una mujer casi centenaria que reclamó hasta el final la identificación del cuerpo de su padre, Alejo, fusilado y enterrado en una de las fosas colectivas en la zona de Jaramillo.

Este lunes se cumplirán cien años exactos de lo que se conoce como la Masacre en la Federación Obrera de Magallanes, ocurrida en Punta Arenas en la madrugada del 27 de julio de 1920. Quiero compartirles un fragmento del comunicado que elaboramos desde la Comisión por la Memoria de las Huelgas de 1920-1921 de Río Gallegos (en las imágenes está el convite para las actividades del domingo y el lunes).

Antes de compartir, digo esto último: esta historia está marcada a fuego porque nunca –jamás– se hizo justicia.

LA PATAGONIA REBELDE TAMBIÉN FUE CHILENA

Las huelgas obreras de inicios del siglo veinte, que culminaron con el asesinato de cientos de trabajadores rurales entre los años 1920 y 1921 en Santa Cruz, no sucedieron únicamente en territorio argentino: la región chilena de Magallanes vivió en el mismo periodo un proceso de fortísima organización y lucha del movimiento obrero, que también tuvo como contrapartida una violenta represión por parte del Estado y de los sectores de la oligarquía local, tal como pasó en Santa Cruz.

La denominada Masacre en la Federación Obrera de Magallanes ocurrió incluso antes que los fusilamientos en suelo argentino, perpetrados en su mayoría a fines de 1921 a manos del Ejército, durante la presidencia del radical Hipólito Yrigoyen.

Fue así que el 27 de julio de 1920, en Punta Arenas, la sede de la Federación Obrera fue violentamente asaltada e incendiada por tropas militares, de carabineros y de sectores civiles de la llamada ‘guardia blanca’. Como consecuencia de aquella represión murieron varias decenas de trabajadores, algunos de ellos durante el incendio de la sede sindical.

Patagonia Rebelde: el día que ‘las putas de San Julián’ echaron a los soldados que fusilaron a los obreros

Nota escrita para El Rompehielos http://www.elrompehielos.com.ar, publicada el lunes pasado: 17 de febrero de 2020.

Hoy, 17 de febrero de 2020, se cumplen noventa y ocho años del día en que las cinco pupilas del prostíbulo “La Catalana” se negaron a acostarse con los soldados que, semanas atrás, habían cumplido con la orden del Ejército de fusilar a centenares de obreros huelguistas, en Santa Cruz, durante los episodios conocidos popularmente como las huelgas patagónicas de 1920 y 1921, o La Patagonia rebelde. Transcurría en el país el primer gobierno del presidente radical Hipólito Yrigoyen.

La negativa de estas cinco mujeres al grito de “¡asesinos! ¡porquerías!”“con asesinos no nos acostamos”, ocurrió en la entonces pequeña localidad de Puerto San Julián:  “Jamás creció una flor en las tumbas masivas de los fusilados; sólo piedra, mata negra y eterno viento patagónico. Están tapados por el silencio de todos, por el miedo de todos. Sólo encontramos esta flor, este gesto, esta reacción de las pupilas del prostíbulo ‘La Catalana’, el 17 de febrero de 1922. El único homenaje a tantos obreros fusilados”.

Así lo escribió Osvaldo Bayer en “La inesperada derrota de los vencedores”, el último capítulo del tomo 2 de “La Patagonia Rebelde”. En este capítulo de dos páginas y media (breve para el volumen de la obra), el periodista e historiador logra reconstruir el hecho. Vale la pena citar otro fragmento:

Una paciente investigación nos ha llevado a conocer el nombre de estas cinco mujeres o, mejor dicho, de estas cinco mujerzuelas. Los únicos seres que tuvieron la valentía de calificar de asesinos a los autores de la matanza de obreros más sangrienta de nuestra historia. He aquí sus nombres, tal vez los mencionaremos como un pequeño homenaje o no digamos homenaje, digamos recuerdo de las cinco mujeres que tuvieron ese gesto de rebelión.

Lo diremos con la filiación policial tal cual aparecieron en los amarillos papeles del archivo: Consuelo García, 29 años, argentina, soltera, profesión: pupila del prostíbulo “La Catalana”; Ángela Fortunato, 31 años, argentina, casada, modista, pupila del prostíbulo; Amalia Rodríguez, 26 años, argentina, soltera, pupila del prostíbulo; María Juliache, espñola, 28 años, soltera, 7 años de residencia en el país, pupila del prostíbulo, y Maud Foster, inglesa, 31 años, soltera, con diez años de residencia en el país, de buena familia, pupila del prostíbulo.

Cabe aquí una observación: el término mujerzuelas es utilizado por Bayer con ironía, puesto que en la reconstrucción del episodio el autor cita un parte policial según el cual las pupilas profirieron hacia los soldados “también otros insultos obscenos propios de mujerzuelas”, además de gritarles “¡asesinos! ¡porquerías!”.

*

Las putas de San Julián. ¿Por qué ese nombre, de dónde proviene?

Osvaldo Bayer contó en numerosas ocasiones –incluso en sus contratapas de los sábados en Página/12– que cuando se filmó la película “La Patagonia Rebelde” (1974), en la que fue guionista y supervisó la versión cinematográfica de su propia obra, él hubiera querido que el episodio de las cinco pupilas de aquel prostíbulo del sur fuese la escena final.

“En 1974 –contó Bayer en Página/12–, quise ese final para la versión de La Patagonia Rebelde que dirigió Héctor Olivera, pero el productor Fernando Ayala se enteró, por un coronel amigo, que los militares iban a impedir el estreno de la película y capturar las copias. Tanto Olivera como Ayala me pidieron otro final, a lo que, en principio, me negué, pero después me di cuenta de que debía dar a conocer aquellas huelgas patagónicas, y cambié el final por una escena donde los estancieros brindaban con champán después de los fusilamientos y cantaban ‘For he’s a Jolly good fellow’ al teniente coronel Varela, uno de los responsables de la masacre”.

Eran tiempos de fortísimo poder militar y de censura previa en el país, durante el tercer gobierno de Perón, quien moriría ese mismo año. Bayer prefirió cambiar el final del film: era para él más importante que la historia de los fusilamientos ocurridos en Santa Cruz fuera cada día más conocida por la sociedad. Y así fue.

Sin embargo, casi cuatro décadas más tarde, el dramaturgo Rubén Mosquera le propondría al historiador llevar al teatro aquel episodio, y así fue como este capítulo de las huelgas patagónicas fue rebautizado como “Las Putas de San Julián”; tal fue el nombre elegido para la obra, estrenada a mediados de 2013, en la que actuó el propio Bayer.

Flyer de promoción de la obra de teatro.

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Pero no sólo el dramaturgo Mosquera homenajeó y divulgó la historia de estas pupilas. Dos años antes del estreno de “Las Putas de San Julián”, en 2011, Eduardo Galeano también hizo memoria de aquel episodio en “Los hijos de los días”, aquel libro en el que el escritor uruguayo cuenta una historia para cada día del año:

Febrero 17. El festejo que no fue.

Los peones de los campos de la Patagonia argentina se habían alzado en huelga, contra los salarios cortísimos y las jornadas larguísimas, y el ejército se ocupó de restablecer el orden.

Fusilar cansa. En esta noche de 1922, los soldados, exhaustos de tanto matar, fueron al prostíbulo del puerto San Julián, a recibir su merecida recompensa.

Pero las cinco mujeres que allí trabajaban les cerraron la puerta en las narices y los corrieron al grito de asesinos, asesinos, fuera de aquí…

Osvaldo Bayer ha guardado sus nombres. Ellas se llamaban Consuelo García, Ángela Fortunato, Amalia Rodríguez, María Juliache y Maud Foster.

Las putas. Las dignas.

Maud Foster, la única de las cinco pupilas que regresó al pueblo.

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Para terminar esta reseña histórica, vale recordar palabras de Osvaldo Bayer en la que fue su última visita a Río Gallegos, la capital de Santa Cruz, ciudad a la que visitó en innumerables ocasiones y en la que vivieron sus padres durante el desarrollo de las huelgas de 1920 y 1921.

El destino –o el azar– quiso que la última visita del historiador a Río Gallegos se diera en el marco de la presentación de “Las Putas de San Julián”, en agosto de 2014. En una entrevista radial con el autor de estas líneas, Osvaldo dijo que la capital santacruceña era para él “como una patria lejana”. El diálogo que sigue transcurrió  aquella mañana:

Don Osvaldo, usted hace poco contó en una de sus contratapas en Página/12 que esta pieza teatral es una versión libre, y que usted hubiera querido que ese fuera el final de la película, que la última escena fuera ese hecho. Usted escribió en ese capítulo de su libro, cuyo título original es “La inesperada derrota de los vencedores”, que en aquel 1922 las “putas de San Julián” fueron las únicas que se les plantaron y les dijeron “asesinos” a los oficiales del Ejército.

Así es. Fueron las únicas que tuvieron coraje para denunciar este crimen absoluto que hizo el gobierno de aquellos tiempos. ¡Pobres mujeres… así les fue! Fueron castigadas brutalmente y expulsadas de San Julián. La única que pudo volver fue la inglesa Maud Foster, a los 60 años, quien está enterrada en el cementerio de San Julián. Su tumba siempre tiene flores.

La patria lejana de Osvaldo

Nota publicada en el número 2 de la revista de la cooperativa de periodistas Nuevo Día, en agosto de 2017.

Apenas un puñado de radioescuchas sintonizó el programa de manera virtual esa mañana. Eran las diez y cuarto del miércoles 27 de agosto de 2014 cuando Osvaldo Bayer, recién llegado a la capital de Santa Cruz tras volar desde Aeroparque durante la madrugada, tomó el teléfono y se dispuso a hablar con nosotros en Radio Nuevo Día. El autor de ‘La Patagonia Rebelde’ llegaba a Río Gallegos por enésima vez, y lo hacía para presentar ‘Las Putas de San Julián’, la obra de teatro que puso en escena uno de incontables episodios épicos e increíbles de las huelgas obreras del veinte, una historia que Bayer investigó y publicó en cuatro tomos hace medio siglo. Fue también su última visita a la ciudad, aunque en diciembre pasado regresara a la provincia para visitar el cenotafio que recuerda a los obreros fusilados en la estancia ‘Anita’, en cercanías de El Calafate.

Yo les agradezco infinitamente la paciencia que han tenido conmigo, pero estoy bastante sordo ya y los 87 años me traicionan. Pero otra vez estaremos cara a cara y podremos entendernos mejor. Un gran saludo, un abrazo y hasta pronto.

Con esas palabras terminó aquella charla radial bastante accidentada. Lo que sigue es la transcripción de esa entrevista en Así Estamos, el programa que hacíamos con José Antonio Villanueva cuando la radio de la cooperativa Nuevo Día hacía apenas un par de meses que transmitía en vivo solamente a través de internet. Aún no sabía, sin embargo, que esa misma tarde y gracias a su eterna generosidad y predisposición, terminaríamos hablando con Don Osvaldo acerca de un escritor argentino también ineludible, otro grato momento que también rescatamos en este texto.

Río Gallegos tiene para mí un atractivo especial porque aquí vivieron mis padres de 1920 a 1924, aquí nació mi hermano mayor, y están los relatos de mis padres sobre las huelgas patagónicas. Ellos asistieron a todos estos hechos, que me dejaron desde niño las ganas de investigar esto, lo hice durante ocho años y de allí salieron los cuatro tomos sobre ‘La Patagonia Rebelde’ y el film. Siempre me atrajo todo esto, por supuesto, con los recuerdos de mi padre que era bastante poético, y también los recuerdos de mi madre. Así que me gusta venir acá, es como si fuera una patria lejana.

–Usted nos cuenta ese primer vínculo en la infancia con los episodios patagónicos, ocurridos aquí en Santa Cruz, y es una historia que, por suerte y a decir verdad, cada vez más gente conoce y hay muchos a quienes a esta altura no hay que explicarles nada. Pero, por otra parte, usted pisando los 90 años sigue haciendo su trabajo y me imagino que en la obra de teatro de hoy, en la proyección de la película mañana y en el taller de literatura de esta tarde, habrá nuevas generaciones. Estimo que ese vínculo para usted es importante. Esa militancia de difundir siempre la palabra…

Sí, yo acepto siempre todas las invitaciones que hacen a esta historia de Santa Cruz. Y así s que vino el dramaturgo Rubén Mosquera, quien me ofreció teatralizar el capítulo del segundo tomo de ‘La Patagonia Rebelde’ titulado ‘Las Putas de San Julián’, le dije que sí y me propuso además ser actor en la obra y a los 86 años fui por primera vez actor de teatro. Soy el hombre que en la pieza de teatro voy guiando a los espectadores. Y seguiré así hasta mis últimos años porque realmente este hecho es increíble en la historia argentina. No tiene absolutamente ninguna explicación la pena de muerte que aplicó Hipólito Yrigoyen para terminar con las huelgas. Él mismo había terminado dos años antes con la pena de muerte en Argentina. Pero aquí la va a aplicar por subversión: una huelga obrera de peones rurales no es subversión, subversión es cuando se levantan los militares. Así es como esa represión no tiene absolutamente ninguna explicación.

–Don Osvaldo, usted hace poco contó en una de sus contratapas en Página/12 que esta pieza teatral es una versión libre, y que usted hubiera querido que ese fuera el final de la película, que la última escena fuera ese hecho. Usted escribió en ese capítulo de su libro, cuyo título original es ‘La inesperada derrota de los vencedores’, que en aquel 1922 las ‘putas de San Julián’ fueron las únicas que se les plantaron y les dijeron ‘asesinos’ a los oficiales del Ejército.

Así es. Fueron las únicas que tuvieron coraje para denunciar este crimen absoluto que hizo el gobierno de aquellos tiempos. ¡Pobres mujeres… así les fue! Fueron castigadas brutalmente y expulsadas de San Julián. La única que pudo volver fue la inglesa Maud Foster, a los 60 años, quien está enterrada en el cementerio de San Julián. Su tumba siempre tiene flores.

ASÍ FUE COMO TRANSCURRIÓ AQUELLA CHARLA RADIAL antes de tropezar con la sordera del querido Osvaldo. Esa misma tarde, durante el taller literario que tuvo poco de literatura y mucho de historia en el Complejo Cultural, le consulté:

–Ayer se cumplieron cien años del nacimiento de Julio Cortázar y me parecía un buen momento para preguntarle por él, por su figura, que tiene que ver también con el rol del intelectual en su tiempo, como fue el caso de Cortázar cuando por ejemplo en sus últimos años apoyó la revolución en Nicaragua.

Puedo decir que Cortázar fue el mejor de todos, un hombre de gran talento, un hombre que siempre ayudó a los exiliados de la dictadura sin pedir nada, sin figurar. Por eso me dio mucha tristeza cuando él volvió a Argentina después de aquella dictadura y Alfonsín se negó a recibirlo. Fue un gesto muy egoísta de Alfonsín, porque Cortázar lo merecía. Tan largo tiempo en el exilio… y la mala suerte que tuvo: él, un año antes de morir, se había enamorado de una estudiante canadiense y estaba totalmente enamorado. Recuerdo que lo entrevisté, él estaba con ella, y no le sacaba la vista, quería decirle siempre algo. Y luego me preguntaron cómo andaba Cortázar y yo, con un poco de humorismo, le dije: ‘se le cae la baba’. Y después ella murió en Nicaragua, en una peste que hubo, y él se vino abajo y murió al año. Fue un gran escritor, un buen hombre, y un hombre de bolsillo abierto al dolor de los emigrados. Y yo le tengo un gran cariño y una gran admiración.

Una anécdota un poco chistosa –sigue Bayer en su relato–: cuando sale el primer tomo de ‘La Patagonia Rebelde’ Osvaldo Soriano, que era muy amigo mío y de Cortázar le manda mi libro, quince días después leo declaraciones de Cortázar: ‘El mejor libro de este año es del escritor Osvaldo Bayer, que se llama ‘Los Vengadores de la Patagonia Trágica’’. Y yo me volví loco, que Cortázar haya dicho eso. A los dos meses tuve que viajar a París y lo fui a entrevistar, y le dije: ‘Te quiero agradecer infinitamente lo que dijiste de mi libro porque pasó a ser best seller después de tus declaraciones’. Cortázar me mira y me dice: ‘Sí, pero yo te tengo que decir la verdad. Yo no leí tu libro, pero resulta que vino un periodista argentino a hacerme un reportaje y me preguntó cuál era el libro argentino que hubiera leído últimamente y que le haya gustado. Y ahí estaba el tuyo y le dije: ‘El de Osvaldo Bayer’. Lo que pasa es que no sabía qué decirle’. Yo le dije: ‘Bueno, igual te lo agradezco infinitamente’. Y me dice: ‘No. Esas cosas no se hacen’. Una anécdota de Cortázar.

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“YO AYER ME FUI LLORANDO. Acá cada diálogo de la obra iba directo al corazón. Osvaldo estaba llorando y vino no sé cuántas veces a la Patagonia”, le contó el director Rubén Mosquera al periodista Sergio Villegas tras la presentación de ‘Las Putas de San Julián’ en El Calafate, unos días después de su paso por Río Gallegos. “La obra tiene 72 presentaciones hechas, pero hacerla acá en Santa Cruz redimensiona todo.  Cuando está Osvaldo la obra toma un carácter mágico que excede lo que es una obra teatral y pasa a ser un acontecimiento teatral, y acá en Santa Cruz, la obra pasa de ese acontecimiento teatral a ser un acontecimiento social, político y cultural”, cuenta Mosquera en aquella nota publicada en La Opinión Austral tras la presentación en la villa turística, en los primeros días de septiembre de 2014.

Lo cierto es que Mosquera y el propio Bayer no fueron los únicos que lloraron aquellos días. Muchos de nosotros también nos fuimos de allí con el corazón en la mano, dándole las gracias al viejo sabio y libertario que reveló para siempre la lucha por la dignidad y la libertad de los rebeldes de la Patagonia.

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“ESTAS REUNIONES DEBERÍAN HACERSE MÁS A MENUDO. Las reuniones de la solidaridad. Las reuniones del conocimiento. Las reuniones de la amistad. De hablarnos, conocernos. De decirnos nuestros problemas, los problemas del país. De tratar de resolverlos. La cosa positiva, el progresismo: el progresismo verdadero. El respeto de la libertad de todos es el respeto de la igualdad. Queridos amigos, muchísimas gracias por todo esto. Ha sido un día muy feliz para mí”. (Plaza Alberti, ciudad de Buenos Aires, 18 de febrero de 2017: palabras de Osvaldo Bayer en el festejo de sus 90 años, junto a una multitud que lo acompañó)