Esta noche, después de un día larguísimo, abrí las cajas que fuimos a buscar con el amigo Jorge Curinao al Correo Argentino ayer por la tarde. Son los libros que llegan para la Feria Provincial del Libro que empieza el viernes: siempre me emociona ver los libros nuevos de Sudestada por primera vez.
Les mandé una foto del sillón lleno de libros a mis compañeras y compañeros de PrensaTorias: hay descuentos para escritores, les dije medio en broma, puesto que la mayoría estamos debutando en estos meses como autores de un libro. Luego me disculpé por la hora, era muy tarde, pero les dije que necesitaba compartir la alegría que siento al ver los libros por primera vez; y ese olor del papel.
Esta vez, las cajas repletas además vinieron con una bandera, que no esperaba, y una remera que sí pedí, con la idea de usarla el día de la charla de CinWololo, que tendré la suerte de moderar dentro de dos domingos, en el cierre de la Feria Provincial.
Ya en la medianoche Esteban Lehue –que también es colaborador de Sudestada– escribió en el grupo de WhatsApp de PrensaTorias que tendríamos que postear algo en nuestra fanpage por el Día del periodista, que ya es hoy, 7 de junio.
También me dio mucha alegría sacar el nylon y ver la frase del estampado. Es una remera que está a la par de las de Divididos, de las que tuve de Carajo, la de A.N.I.M.A.L cuando era pibe. Y la bandera para la feria, uf, ni hablar. Es hermoso pensar que, además del stand de libros, vamos a presentar Los Puentes Invisibles con Jorge y La Moro (15hs) y PrensaTorias (17hs) con los chicos y ‘Cacho’ Álvarez este sábado por la tarde.
Y así entonces, en el cambio de día, ordenando los libros y cayendo en la cuenta de que es el Día del periodista, colgué la bandera en el espejo del pequeño living, puse la remera en una percha y elegí varias portadas al azar (y una contratapa) para registrar la imagen que acompaña estas palabras.
A través del periodismo de Sudestada aprendí a mirar cosas que no conocía, no las veía del todo, o las veía desde otro lugar. También que no se trata de estar siempre de acuerdo sino de valorar la entraña desde la cual se hacen las cosas.
Pasaron los años y al final estos muchachos y muchachas, en un inicio periodistas, acabaron por publicar decenas de libros de ellos y de otros, lo que también nos une.
Feliz día periodistas, aún en este tiempo que se sabe adverso para el ejercicio del oficio. Por “Un mundo donde quepan muchos mundos”.
Este apunte se va un poco largo pero ojalá les interese. Con relación a mi libro, participé para presentarlo en la Feria pero perdí: quedé segundo como Francia (les cuento más abajo).
Me interesa contarles las novedades en torno al libro, espero no aburrir (ahora son dos libros), pero en esta ocasión me interesa también contar el contexto, a modo de convite, porque es muy relevante: la participación de Santa Cruz en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.
LA FERIA. El jueves inició la edición número 47 de esta Feria que es monumental. Nunca estuve ahí, pero se trata de un evento muy importante puesto que está considerada entre las ferias más relevantes del continente y del mundo.
Más allá de su magnitud y escala (existe una tendencia a valorar demás lo mega, en lo personal tiendo a desconfiarle a esa propaganda), lo cierto es que este año le di más atención a la participación de Santa Cruz en función de mi primera incursión como autor de un libro.
Vale decir que cuando decimos Santa Cruz hablamos en términos de dispositivo institucional/gubernamental: allí interviene la Secretaría de Cultura de la provincia, la Biblioteca Pública Provincial; y el Ente Cultural Patagonia.
Para quienes estén por Capital Federal, sepan que la feria estará hasta el 15 de mayo en La Rural. Nuestra provincia es parte del stand 3114, en el Pabellón Ocre, y se suma al Ente Cultural Patagonia, integrado por La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut y Tierra del Fuego, bajo el lema “Patagonia, territorio literario”.
Toda esta información la tomé de la cuenta oficial de Facebook de la Secretaría de Cultura, donde pueden ver la grilla completa de actividades actualizada día a día: habrá varios autores de la provincia presentando sus libros, participando de mesas redondas con otros autores de la región, y además está a la venta una amplia variedad de títulos.
Stand del Ente Cultural Patagonia.
LOS PUENTES. A inicios de año participé del certamen que organiza la Biblioteca Provincial, por el cual se seleccionan los libros que representarán a Santa Cruz en la Feria. Dos personas en particular (escritores ambos, uno amigo) me instaron a hacerlo. De esa manera, me inicié en los circuitos de circulación y legitimación de los libros (además del juicio fundamental de los lectores, claro).
Fue para mí una buena y novedosa experiencia. Entre una numerosa cantidad de libros, Los puentes invisibles resultó con una mención especial. Aún no sé por qué y qué significa, pero creo que me voy a enterar en la Feria Provincial del Libro, que será en junio, dado que allí se hace una presentación en el marco de la feria.
El jurado estuvo conformado por la profesora Patricia Vega, los escritores Luis Ferrarassi y Carlos Besoaín, este último en representación de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) filial Santa Cruz, el profesor Fabián Coniglio y la licenciada y directora provincial de Cultura, Gabriela Luque. Los conozco a casi todos y son personas cuya labor respeto.
Los libros elegidos fueron “El guardián de los cerdos”, de Sebastián Grimberg (El Calafate); “1921-Cantares de Santa Cruz”, de María Luz Roldán (Pico Truncado); “Historia de la clase obrera en Santa Cruz (1900-1946)”, del grupo de investigación Contraviento (Río Gallegos); y “Hemispherio narraciones de otro”, de Carlos Roberto Pérez (Río Gallegos). También recibió una mención especial “Ramito de magnolias”, de Cristina Núñez.
Un pajarito me contó que Los puentes invisibles estuvo en un lugar expectante en el juicio del jurado, para ser uno de los elegidos entre los géneros o categorías en cuestión, pero finalmente la mayoría votó otra cosa. Por eso digo que quedé segundo, como Francia.
Columna del stand en la que se exhiben los libros de Santa Cruz.
LOS LIBROS Y LA CHARLA. Dos cosas para cerrar. Es muy bueno, interesante y valioso que decenas de títulos de autores de Santa Cruz y de la región se puedan adquirir en el stand del Ente Cultural Patagonia. Cultura y la Biblioteca Provincial tienen mucho que ver en que esto sea posible. Allí está Los puentes invisibles. Y posiblemente llegue a estar PrensaTorias, cuando salga de imprenta en unos días. Ojalá.
Por su parte, las cuatro obras que fueron seleccionadas por Santa Cruz serán presentadas por sus autores el sábado 6 de mayo, a las 19 hs, en la sala ‘Tulio Halperín Dongui’ del pabellón amarillo.
Es curioso observar por primera vez el amplio recorrido de un libro, siempre con la expectativa de que llame la atención de un lector(a).
También es gratificante.
Allí se exhibe Los Puentes Invisibles, junto a otros títulos provinciales. El libro también se ofrece a la venta.
A comienzos de abril les contamos acerca de la pronta publicación de PrensaTorias, un libro que iniciamos en plena pandemia junto a otros seis colegas comunicadores/as.
El libro será al fin una realidad luego de un proceso un tanto caótico (no es fácil coordinar entre tantos). Y ahora sí puedo contarles que Los puentes invisibles de alguna manera nació de PrensaTorias, aunque se publicó antes.
En la presentación oficial que posteamos el 8, titulada ‘Nuestro Libro’, hay un párrafo tomado del prólogo de Pato Jiménez que dice: “Ellos se han tomado el tiempo. Han disfrutado y sufrido, tejer palabras no es tan sencillo, al crear estos relatos. La diversidad que nos ofrecen podrían encontrarla maravillosa, o sorpresiva, o lo que quieran experimentar mientras leen estos mundos inventados, que pueden percibirse muy reales”.
Me interesa contarles lo que me pasó luego de leer PrensaTorias. Lo leí de punta a punta hace un mes, en la corrección previa a la prueba de imprenta, y de veras me gustó. Es entretenido, interesante, heterogéneo, con estilos muy diferentes resultado de seis personas distintas narrando sus historias. Con el plus de Tintoretto que dibujó cada cuento.
En las numerosas entrevistas que mis compañeros han dado en estas dos semanas (fueron muchas), hay quienes se quedan con la intriga de si tal o cual relato pasó dónde, le pasó a quién. ¿Eso fue en un telo de Río Gallegos?, le preguntaron a Ruth.
La confusión tiene sentido al tratarse de periodistas narrando historias. Pero digámoslo otra vez: son ficciones en casi todos los casos, con un puñado de excepciones de relatos verídicos, que son los menos.
Les decía que PrensaTorias de alguna manera hizo nacer Los puentes invisibles. Tiene sentido contarlo por lo siguiente: en 2018 trabajé una primera idea de un libro con Jorge Curinao, pero me quedé a mitad de camino por distintas razones. En 2020, cuando nació la idea de PrensaTorias, releí aquel gran compendio de escritos terminados (y por terminar) y de allí elegí los cuatro relatos míos que integran este nuevo libro. De aquella relectura de textos propios terminó renaciendo mi libro, que culminó en la publicación de Los puentes… a fines del año pasado.
Por esa razón, los cuatro relatos incluidos en PrensaTorias son parte de los cuarenta que componen mi libro. El valor adicional está dado en que los textos, ahora, están ilustrados por Tintoretto (con dos de los dibujos flashié mal al verlos por primera vez). Además, por supuesto, me da mucha alegría lograr un proyecto conjunto, un trabajo colectivo, donde pude poner en práctica los rudimentos del oficio aprendidos hace poco tiempo con mi propio libro.
Aunque tiene ficción y narración en primera persona, Los puentes invisibles se sostiene en lo periodístico: es «realista». En cambio PrensaTorias se sostiene definitivamente en la ficción.
Si les gusta leer cuentos, confío en que PrensaTorias entonces les va a gustar. A mí me gustó.
Hace unos días les comentaba que una experiencia interesante de estos meses ha sido el intercambio de libros con otros autores. Y que hablar de algunos de esos intercambios, de obras que voy leyendo y me gustan, es una buena manera de ayudar a difundirlos.
Es también un convite a quienes les interesa saber algo (más) de los escritores y escritoras que publican desde acá. Me interesa hacerlo por este medio*, un ámbito que –aunque fugaz– llega a más personas en relación a otros más especializados, más de gueto.
Me gustó mucho la novela Sauco (2020), del escritor Alberto Chaile, santacruceño de zona norte que reside en Calafate. La leí hace unas semanas y me atrapó desde el inicio: muy bien escrita, bien narrada, es “un thriller en el invierno patagónico”, que “se enmarca en la literatura que aborda los hechos acaecidos durante la última dictadura cívico militar argentina”, como bien resume la docente universitaria Gabriela Luque (actual secretaria de Cultura de la provincia) en la edición 2021 de La Rama.
A propósito: en el posteo anterior sobre el intercambio de libros, que fue la semana pasada acerca de La tempestad es mañana de Luis Ferrarassi, también cité la reseña/crítica de La Rama. No es casual: esta revista literaria es el medio especializado santacruceño que, desde 2019, viene haciendo el trabajo de reseñar libros de autores sureños. Cuando pensé en escribir estos posteos en seguida vinieron a mi mente aquellos artículos, que releí. Siempre que puedo recomiendo La Rama, que también vale por su sección de críticas y reseñas.
Vuelvo a Sauco. La historia me resultó atrapante, su trama está bien llevada capítulo a capítulo. No me gusta espoilear demasiado, pero el escenario patagónico sureño, de un pueblito rural perdido, a una hora de Chile, es el ámbito donde ocurren dos muertes, aparentemente relacionadas entre sí, que llevan al protagonista a recordar un pasado que creía haber dejado atrás. Una trama donde hay, además, gente bastante solitaria.
La lectura de Sauco me llevó a buscar en la biblioteca los otros libros que tenía de Alberto Chaile. Aunque en este momento no recuerdo con rigor y precisión sus obras anteriores (en tal caso es un defecto mío), me animo a decir que su última novela es su obra mejor lograda. Ojalá así sea, porque se trata de un autor que está haciendo una carrera literaria, que está construyendo una obra.
A mediados de enero, en un día de salida al campo con mi familia, llevé para leer Pequeñas historias en el inmenso sur, el libro que Chaile escribió junto a Nuno Mancilla en 2013. Antiguo poblador de Calafate, memoria viviente de su pueblo, Gregorio Edmundo Nuno Mancilla murió a sus 84 años en los primeros días de este 2023.
No lo leí entero aquella tarde. Leí las primeras tres narraciones, dos de Nuno y una de Alberto. El primer texto me conmovió, quizá porque Nuno acababa de morir.
Alberto tuvo mucho que ver en que este antiguo poblador de Calafate pudiera contar sus historias en los últimos años de su vida. Me parece oportuno destacarlo.
Casi cierro con el epígrafe. Además de la foto del intercambio de libros que posteé hace algunas semanas, comparto debajo las portadas de todas las publicaciones mencionadas en este convite.
Las experiencias sociales, de vivencia, como la Feria Provincial del Libro que terminó hace unos días, suelen dejarme cosas decantando con el correr de los días.
El domingo a la noche, casi a medianoche y con la feria recién terminada, comenté acá que lo más groso de las ferias del libro son los vínculos (y la alegría de los pibes yéndose contentos con su libro nuevo).
Hoy fui abriendo de a uno los libros que se me fueron apilando en estas dos semanas maratónicas, y acá están. Me vino a la memoria algo que me dijo un viejo librero de la ciudad hace unos años, en su librería: “El que te diga que lee los libros, miente. Nosotros los libreros somos lectores de las solapas y contratapas”.
Creo que hay bastante de cierto: en el caso de Sudestada, han editado tanto en los últimos años que hay libros que no llegué a hacerles más que una pasada rápida.
Vuelvo. Decía que entonces ahora sí pude abrir, con tiempo, estos libros que están en la foto. (1)“Patagonia rebelde (Cien años)” llegó justo antes del inicio de la feria en la caja de libros del IPS, de Ernesto Zippo, con quien compartimos stand, y Jorge Curinao, que me estaba ayudando a armar el puesto contrarreloj, lo puso a la venta. Luego supe que Ernest me lo había prestado, de modo que podré leerlo ahora que dispongo de tiempo. Los nombres de los autores de esta compilación (Bayer, sus hijos Esteban y Ana, el español Alonso Marchante, el chilote Mancilla Pérez) invitan a la lectura.
(2)“Hemisferio derecho” es el segundo libro de poesías de Luis Vivar, que se dio una vuelta por el stand a inicios de la feria y conversamos un rato largo. No lo hacíamos desde antes de la pandemia. Andaba trayendo sus ejemplares, que iba dejando a los libreros que ofrecen las publicaciones de los autores de la ciudad y de la provincia. Lo leeré con gusto.
(3) El número 8 de la revista-libro La Rama es una lectura y un objeto especial. Siendo su lector desde (casi) el inicio de la publicación –en realidad la descubrí cuando salió el número 2, justo antes de la pandemia–, me da una enorme satisfacción ver nuestros cuentos publicados. Digo nuestros porque allí estamos Ruth Salfate, Esteban Lehue, Sandro Díaz y yo, que venimos trabajando en otro proyecto junto a otros dos colegas más hace un tiempo y terminamos por esa razón apareciendo en La Rama gracias a la generosidad y la mirada receptiva de Patricia Jiménez, María Sol Martínez y Ariel Di Leo. Ya estuve leyéndola a los saltos en las últimas semanas, hojeándola, y se disfruta tanto como el número que la precedió.
(4) Al día siguiente de la presentación de La Rama llegó a mis manos “Sentires del río Santa Cruz”, un libro cuya existencia desconocía hasta unas horas antes de su presentación en la feria. Fue un gusto y una verdadera alegría compartir con la colega (periodista) Noel Miranda, su autora, de Puerto San Julián, ese lunes y martes de charla extensa y súper interesante junto a Esteban Lehue. El libro reúne el testimonio de diez mujeres, que en una serie de entrevistas continuadas explican las vivencias y las razones por las que se oponen a la construcción de las represas sobre el río Santa Cruz. En mi caso, es la primera vez que leo un registro periodístico de este tipo sobre un tema del que sabía y sé mucho menos de lo que debería. Al libro lo fui leyendo en las tardes de feria y me pareció interesante, al tiempo que me dejó la sensación de publicación abierta, de experiencia que continuará, tal vez mutando en otras formas de comunicar la causa que defiende.
(5) Visitando por fin los stands de la feria cuando el puesto de Sudestada dio una tregua, encontré “El boliche de Sotuyo” en el puesto de la UNPA. Editada en 2013 desde la Unidad Académica Caleta Olivia, esta historieta “es resultado del proyecto de extensión denominado ‘La historieta y la historia regional: un aporte para ser utilizado en las aulas”. En mi memoria difusa, el nombre del boliche me remitió al periodo de las huelgas de la Patagonia Rebelde; y en seguida pensé en Luis Milton Ibarra Philemon, cuyo conocimiento y memoria prodigiosa siempre nos ayuda a precisar los hechos, lugares y personajes de las huelgas de 1920 y 1921. Además de interesante, en lo que pude ver esta tarde, me pareció una publicación de muy buena calidad en su género.
(6)«Silenciados los fusiles» es una publicación recién aparecida en la que un grupo de escritores publican un conjunto de poesías y cuentos en el marco el centenario de las huelgas patagónicas. La ideóloga del proyecto es la profesora Natacha Peñaloza, a quien conocimos en el stand de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores, seccional Santa Cruz). La publicación se abona a voluntad y allí escriben, entre otros, Esteban Lehue Sandoval, Cristina Nuñez y la colega Adelina Estrada, por nombrar a algunos.
(7) Estábamos en una larga charla en el puesto de Sudestada en el penúltimo día de feria, cuando le pregunté a Felipe Cervine por aquella Antologíade cuentos que había editado junto a sus talleristas hacía unos años, acá en Río Gallegos. Le comenté que no había podido conseguir un ejemplar y, literalmente, sacó uno de debajo de su brazo. Justo le habían devuelto uno de los dos ejemplares que le quedan y me lo prestó, gesto que agradezco. Esta tarde-noche hice trampa y comencé por el final. Leí el “epílogo necesario” y me alegró escuchar la voz de Felipe, contándonos la experiencia del taller literario que llevó adelante durante varios años, hasta antes de la pandemia.
Supongo que cada persona que vive la Feria del Libro desde su lugar, desde su quehacer, volvió a casa con el bagaje de las charlas y de los encuentros. Y regresó además con nuevos libros a ser leídos.
Aunque cuando me puse a teclear pensé que este apunte sería más corto, comparto este repaso a modo de convite de las publicaciones y sus autores.