Hablemos de nosotros: víctimas, cómplices y verdugos

SE CUMPLEN 101 AÑOS DE ‘LA PATAGONIA REBELDE’.

Tenemos que seguir hablando de la gran matanza porque nunca se hizo justicia. Tenemos que seguir hablando porque tampoco los actores y las instituciones responsables hicieron autocrítica en cien años que pasaron.

La Sociedad Rural de Río Gallegos se fundó en paralelo a la organización de la represión (otro tanto pasó en el interior de Santa Cruz). El Ejército argentino fusiló con el apoyo de las guardias blancas, formación paraestatal de la que participaban los estancieros, en apoyo a los funcionarios designados por el presidente radical Hipólito Yrigoyen en lo que entonces era el Territorio Nacional de Santa Cruz.

Fue el líder radical quien mandó al Ejército y luego nada hizo cuando se conoció en Buenos Aires lo que había pasado acá.

¿Los dirigentes actuales de la Sociedad Rural son responsables de lo que pasó entonces? ¿Son los líderes de la Unión Cívica Radical de Santa Cruz responsables de aquello? ¿Es el dueño de La Anónima el responsable de lo que hicieron sus abuelos?

No, no lo son. Pero sí existe lo que se llama responsabilidad histórica.

De eso no se habla, de eso no se habló, durante décadas. Fue Osvaldo Bayer quién investigó y reveló los hechos cincuenta años después de lo sucedido, a fines del ’60 y en los ‘70s. Pasaron otros cincuenta años de aquella revelación: Osvaldo invitó muchas veces a que se realizara un gran congreso en el que participaran los historiadores del Ejército, de la Unión Cívica Radical, para que se discutiera la verdad histórica. No sucedió.

Sobre ese silencio de miedo, cómplice y culposo creció la sociedad de Santa Cruz, en los distintos pueblos donde sucedió la huelga, la matanza. De ese silencio venimos. Acá apalearon, maltrataron, apresaron, asesinaron. Son nuestros ancestros, nuestras propias familias, las de muchos de nosotros quienes lo vivieron: víctimas, cómplices o verdugos.

Nadie dice que es fácil mirarnos en ese espejo. Pero alguna vez habría que empezar a hacerlo.

Hoy se cumplen 101 años del que fue el hecho emblemático de aquella huelga: el 8 de diciembre de 1921, en estancia Anita, en Calafate, un gran número de trabajadores rurales fueron fusilados. No fue la única matanza, pero sí es la más recordada; de allí fugó el líder huelguista Antonio ‘el Gallego’ Soto en la noche del 7; ahí obligaron a los peones a cavar sus propias tumbas luego de ser apaleados en la noche, en el frío de la intemperie.

En Anita, la estancia de La Anónima.

Leía ayer una información oficial de gobierno según la cual “UNESCO acompaña a Santa Cruz en la querella ante la justicia por los Fusilamientos de 1920 y 1921”. Un párrafo detalla que “el 7 de junio de 2021 el Gobierno de Santa Cruz, por decisión de la gobernadora Alicia Kirchner, se presentó ante la Justicia Federal como querellante en la causa donde se solicita declaración de delitos de lesa humanidad a los fusilamientos ocurridos en la provincia durante 1920 y 1921”.

Desconozco los detalles (en realidad, mucho más no se sabe públicamente), pero apoyo la idea: si el gobierno provincial habla de “genocidio” de manera institucional, como lo ha hecho en los últimos años, pues entonces debe hacer algo en consecuencia.

A muchos nos separa un abismo respecto de los actores y la política de derechos humanos del gobierno de Alicia Kirchner, plagado de contradicciones, sectarismo e incluso macartismo. Veamos qué pasa con esta demanda. Reclamemos y exijamos también a ellos.

No dejemos de hablar de la matanza impune de la huelga de 1921, sigamos haciéndolo y recordándolo.

Para cerrar, vale decir que allí estará, como cada 8 de diciembre desde hace muchos años, el compañero y amigo Luis Milton Ibarra Philemon junto a la comisión independiente de El Calafate, en el cenotafio que recuerda a los obreros rurales asesinados en Anita.

Un gran abrazo y todo nuestro afecto a él. En el recuerdo de Osvaldo Bayer, por la memoria de los huelguistas fusilados en Santa Cruz.

Collage de algunos de los escritos del libro que hablan sobre el tema.

Domingo que ya es lunes

Nada que ver con nada, o sí. Varias veces volví a encontrar estas fotos limpiando el celular para liberar espacio. Son, en mi cabeza, las del posteo que iba a hacer y al final no hice en mi cumpleaños, en abril, a manera de agradecimiento y reflexión existencial (ponele).

No suelo sacarme fotos, no me gusta y no salgo bien casi nunca. Tampoco suelo postearlas, claro. Hoy volví a verlas, limpiando el celu, como decía, y me da vueltas en la cabeza algo de lo que ese día no expresé.

La noche previa a mis 40, de un modo impensado y nada planeado, se hicieron las 12 cuando estábamos terminando de compartir una cena con las y los compañeros de la Comisión junto a Pavel Oyarzún Díaz y su amigo, quien lo había traído de Punta Arenas a las jornadas de Letras de la universidad.

Fue, para mí, un guiño de la vida que agradezco, comenzar el cumpleaños de esa manera: con personas queridas y con un escritor a quien admiro enormemente, y que es cercano y cordial.

Por la noche, la celebración fue como casi toda la vida: una cena en familia que se dio luego, sí, de cambios muy grandes en el devenir de la vida hasta muy poco tiempo antes.

Quien nos enseña cómo se debe comer una torta, solo que lo olvidamos a medida que crecemos, es mi sobrina Alfonsina, una de mis numerosos sobrines (sí, con E), a quienes quiero profundamente.

Sospecho que tipear con este tecladito en el celular limita cierta sintaxis en el devenir del pensamiento, pues no sé si estoy diciendo lo que pensaba decir.

Como sea, y no es sospecha si no certeza, hoy fue un domingo singular, en el que cierto río profundo se hizo sentir durante todo el día. Estaba ahí, subyacente, hiciera lo que hiciese.

Todavía no lo entiendo, pero no importa, porque no se trata de nada malo.

Es la vida.

Que tengan, tengamos, una buena semana.

Los 7 libros de la Feria del Libro

Las experiencias sociales, de vivencia, como la Feria Provincial del Libro que terminó hace unos días, suelen dejarme cosas decantando con el correr de los días.

El domingo a la noche, casi a medianoche y con la feria recién terminada, comenté acá que lo más groso de las ferias del libro son los vínculos (y la alegría de los pibes yéndose contentos con su libro nuevo).

Hoy fui abriendo de a uno los libros que se me fueron apilando en estas dos semanas maratónicas, y acá están. Me vino a la memoria algo que me dijo un viejo librero de la ciudad hace unos años, en su librería: “El que te diga que lee los libros, miente. Nosotros los libreros somos lectores de las solapas y contratapas”.

Creo que hay bastante de cierto: en el caso de Sudestada, han editado tanto en los últimos años que hay libros que no llegué a hacerles más que una pasada rápida.

Vuelvo. Decía que entonces ahora sí pude abrir, con tiempo, estos libros que están en la foto. (1) “Patagonia rebelde (Cien años)” llegó justo antes del inicio de la feria en la caja de libros del IPS, de Ernesto Zippo, con quien compartimos stand, y Jorge Curinao, que me estaba ayudando a armar el puesto contrarreloj, lo puso a la venta. Luego supe que Ernest me lo había prestado, de modo que podré leerlo ahora que dispongo de tiempo. Los nombres de los autores de esta compilación (Bayer, sus hijos Esteban y Ana, el español Alonso Marchante, el chilote Mancilla Pérez) invitan a la lectura.

(2) “Hemisferio derecho” es el segundo libro de poesías de Luis Vivar, que se dio una vuelta por el stand a inicios de la feria y conversamos un rato largo. No lo hacíamos desde antes de la pandemia. Andaba trayendo sus ejemplares, que iba dejando a los libreros que ofrecen las publicaciones de los autores de la ciudad y de la provincia. Lo leeré con gusto.

(3) El número 8 de la revista-libro La Rama es una lectura y un objeto especial. Siendo su lector desde (casi) el inicio de la publicación –en realidad la descubrí cuando salió el número 2, justo antes de la pandemia–, me da una enorme satisfacción ver nuestros cuentos publicados. Digo nuestros porque allí estamos Ruth Salfate, Esteban Lehue, Sandro Díaz y yo, que venimos trabajando en otro proyecto junto a otros dos colegas más hace un tiempo y terminamos por esa razón apareciendo en La Rama gracias a la generosidad y la mirada receptiva de Patricia Jiménez, María Sol Martínez y Ariel Di Leo. Ya estuve leyéndola a los saltos en las últimas semanas, hojeándola, y se disfruta tanto como el número que la precedió.

(4) Al día siguiente de la presentación de La Rama llegó a mis manos “Sentires del río Santa Cruz”, un libro cuya existencia desconocía hasta unas horas antes de su presentación en la feria. Fue un gusto y una verdadera alegría compartir con la colega (periodista) Noel Miranda, su autora, de Puerto San Julián, ese lunes y martes de charla extensa y súper interesante junto a Esteban Lehue. El libro reúne el testimonio de diez mujeres, que en una serie de entrevistas continuadas explican las vivencias y las razones por las que se oponen a la construcción de las represas sobre el río Santa Cruz. En mi caso, es la primera vez que leo un registro periodístico de este tipo sobre un tema del que sabía y sé mucho menos de lo que debería. Al libro lo fui leyendo en las tardes de feria y me pareció interesante, al tiempo que me dejó la sensación de publicación abierta, de experiencia que continuará, tal vez mutando en otras formas de comunicar la causa que defiende.

(5) Visitando por fin los stands de la feria cuando el puesto de Sudestada dio una tregua, encontré “El boliche de Sotuyo” en el puesto de la UNPA. Editada en 2013 desde la Unidad Académica Caleta Olivia, esta historieta “es resultado del proyecto de extensión denominado ‘La historieta y la historia regional: un aporte para ser utilizado en las aulas”. En mi memoria difusa, el nombre del boliche me remitió al periodo de las huelgas de la Patagonia Rebelde; y en seguida pensé en Luis Milton Ibarra Philemon, cuyo conocimiento y memoria prodigiosa siempre nos ayuda a precisar los hechos, lugares y personajes de las huelgas de 1920 y 1921. Además de interesante, en lo que pude ver esta tarde, me pareció una publicación de muy buena calidad en su género.

(6) «Silenciados los fusiles» es una publicación recién aparecida en la que un grupo de escritores publican un conjunto de poesías y cuentos en el marco el centenario de las huelgas patagónicas. La ideóloga del proyecto es la profesora Natacha Peñaloza, a quien conocimos en el stand de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores, seccional Santa Cruz). La publicación se abona a voluntad y allí escriben, entre otros, Esteban Lehue Sandoval, Cristina Nuñez y la colega Adelina Estrada, por nombrar a algunos.

(7) Estábamos en una larga charla en el puesto de Sudestada en el penúltimo día de feria, cuando le pregunté a Felipe Cervine por aquella Antología de cuentos que había editado junto a sus talleristas hacía unos años, acá en Río Gallegos. Le comenté que no había podido conseguir un ejemplar y, literalmente, sacó uno de debajo de su brazo. Justo le habían devuelto uno de los dos ejemplares que le quedan y me lo prestó, gesto que agradezco. Esta tarde-noche hice trampa y comencé por el final. Leí el “epílogo necesario” y me alegró escuchar la voz de Felipe, contándonos la experiencia del taller literario que llevó adelante durante varios años, hasta antes de la pandemia.

Supongo que cada persona que vive la Feria del Libro desde su lugar, desde su quehacer, volvió a casa con el bagaje de las charlas y de los encuentros. Y regresó además con nuevos libros a ser leídos.

Aunque cuando me puse a teclear pensé que este apunte sería más corto, comparto este repaso a modo de convite de las publicaciones y sus autores.

Una lectura viajera

Una lectura compañera (enero de 2021). Allá por 2012 me topé con las tapas de Borges vs Arlt y otra de Walsh, en un puesto de diarios de La Plata, mientras acompañaba a mi hermano Walter en mi primera visita a esa ciudad. Recuerdo que había más ejemplares, otras tapas, pero elegí esas dos portadas. Aquellas lecturas iniciales, leídas de punta a punta, página por página, deteniéndome en cada texto, en cada fotografía e ilustración, fueron una gran compañía en un entrepiso donde dormía con 30/35 grados de calor y muchísima humedad, demasiado para un sureño. Esos días descubrí de veras una lectura extraordinaria.

Un tiempo más tarde encontré en Río Gallegos la tapa del Flaco en un revistero de un kiosco del centro donde había dos ejemplares: llevé ambos, claro. No recuerdo a quién la obsequié, pero celebré ese hallazgo como un ñoño (o una ñoña) que se encuentra con lo más preciado.

Un año y pico después conocí a Sudestada en la Feria Provincial del Libro y de allí vino el vínculo para hacer llegar las revistas y los libros a lxs lectores de la ciudad.

Cada verano elijo un par de libros o revistas que leí a medias o de pasada, para detenerme tranquilo en su lectura en los días de descanso de enero. En ocasiones esas lecturas viajan con nosotros… A decir verdad, este año olvidé traer mis lecturas, aunque llevamos un puñado de libros y revistas elegidas para compartir y convidar con amigos.

En ese andar de enero nos detuvimos hace unos días en el cenotafio que recuerda a los trabajadores fusilados en la estancia Anita, de La Anónima, durante la huelga histórica de 1921, en cercanías de El Calafate. Aquella que el maestro Bayer reveló en su Patagonia Rebelde. Además del cenotafio, hay allí un pequeño recorrido del otro lado del alambrado, un pequeño circuito que da lugar a adentrarse en el sentido profundo de aquella tremenda injusticia.

Lejos de la idea de la publicidad o la propaganda vil, me pareció acorde y oportuno registrar el cruce entre esa historia y el sentido de las lecturas de este tiempo.

A 99 años de la rebelión de los obreros de la Patagonia y de los fusilamientos por parte del Estado argentino en 1921

Manifiesto de la Comisión por la Memoria de las Huelgas de 1920-1921 de Río Gallegos: reivindicamos a los trabajadores de la Patagonia rebelde, víctimas de una masacre impune nunca reparada. Denunciamos la hipocresía del discurso oficial, en manos de un gobierno que reprime y persigue trabajadoras y trabajadores

Desde nuestra Comisión independiente queremos rescatar la memoria de las huelgas patagónicas que ocurrieron en nuestras tierras del sur de Chile y Argentina entre los años 1919 y 1921. Buscamos reivindicar la lucha llevada adelante por los cientos de obreros que tuvieron la valentía de organizarse por sus derechos y enfrentar a las fuerzas represivas de ambos países, que los persiguieron por todo el territorio para llevar a cabo el sometimiento y posterior fusilamiento como forma de disciplinamiento al régimen político de ese momento.

Hacemos un pronunciamiento en esta fecha y trabajamos sobre la necesidad de rescatar la memoria de estos hechos por los cuales nunca se hizo justicia y permanecen impunes hasta el día de hoy, sosteniendo esta tarea con una mirada siempre atenta al presente y al futuro.

Mantenemos la independencia política ante el Estado y sus instituciones, sus gobiernos y oficinas de derechos humanos que solo hicieron de este crimen un acontecimiento histórico en los discursos, con homenajes ajenos a las reivindicaciones de las y los trabajadores de la Patagonia. Debemos recordar y denunciar que este año se llevó a cabo la demolición de la ex Comisaría de Puerto San Julián, lugar donde estuvo detenido ‘Facón’ Grande, donde hubo huelguistas prisioneros y donde también fueron detenidas las pupilas de ‘La Catalana’ tras echar a los soldados del Ejército al grito de “asesinos”, en febrero de 1922. A pesar de los esfuerzos de vecinos y vecinas de la localidad por preservar el edificio de enorme valor histórico, éste fue finalmente demolido por la congregación María Auxiliadora de la Iglesia Católica.

Los derechos humanos que supuestamente ostenta el Gobierno Provincial no existen cuando  los trasladamos a la realidad actual, donde vemos que los derechos de los trabajadores y las trabajadoras son violentados constantemente por el mismo Estado nacional y provincial. Tal es así que no podemos olvidar que en mayo pasado se llevó adelante una represión contra los trabajadores y trabajadoras despedidas de la Municipalidad de Pico Truncado durante la noche, culminando en una verdadera razzia que duró varias horas por parte de la policía de la provincia.

Debemos subrayar que la vulneración de derechos se refleja en las familias que sufren la pobreza producto del desempleo y los bajos salarios; y la desocupación se disparó por los despidos en varios municipios de Santa Cruz y en empresas como YCRT. Las políticas asistencialistas no alcanzaron para cubrir tantas necesidades en materia de salud y educación.

El gobierno de Alicia Kirchner, a través de la Fiscalía de Estado, pone sobre las cabezas de luchadoras y luchadores de los sindicatos y de la izquierda, una causa penal y política sin pruebas ni sustentos, con el solo fin de generar un escarmiento social a los cientos de trabajadores que durante la noche del 21 de abril de 2017 reclamaban por el pago en tiempo y forma de sus salarios y una recomposición salarial en la residencia de la gobernación.

De la misma manera, el gobierno provincial armó una causa a medida contra los jubilados y jubiladas que reclamaron durante 2017 el pago de sus haberes, quienes permanecieron durante meses enteros en un acampe frente a la Caja de Previsión Social sin ser atendidos, recibiendo respuestas violentas por parte de su entonces titular Ariel Ivovich, quien agredió verbal y físicamente a jubiladas y otras mujeres. Además de violentarlos en sus derechos, el gobierno de Alicia Kirchner decidió demandar a un grupo de jubilados y jubiladas, por la cual les reclamó la suma de 320 mil pesos a pagar de sus propios bolsillos.

La memoria colectiva hace necesaria una mirada crítica sobre el pasado para comprender los hechos que llevaron a la masacre de 1500 trabajadores a principios de siglo XX, y poder reclamar justicia. Esto sería posible a partir de conocer los archivos de la época para ponerles a todos nombre y apellido, saber dónde está cada fosa común donde se encontrarían sus cuerpos y reclamar con ello una reparación histórica a la memoria de los huelguistas, de sus hijos y nietos; y por extensión a cada peón rural, trabajador y trabajadora que hoy se encuentra luchando contra la miseria social y política del Estado y sus gobiernos que pretenden seguir sosteniendo este régimen social que condenó en el pasado y lo sigue haciendo en la actualidad.

A 99 años de estos hechos que deberían ser investigados como un genocidio por parte del Estado Argentino y Chileno, y camino al centenario de estas huelgas, queremos reivindicar la memoria de los caídos por la libertad con homenajes que traigan de nuevo su espíritu de lucha y vivan por siempre en aquellos y aquellas que sostengan sus banderas por una vida digna, rompiendo las cadenas de la opresión, por la libertad.

Las masacres

HOY SE CUMPLEN 100 AÑOS DE LA MASACRE EN LA FEDERACIÓN OBRERA DE MAGALLANES, llevada a cabo por las fuerzas represivas del Estado chileno en conjunto con sectores civiles de la denominada ‘guardia blanca’, quienes contaron con el silencio cómplice de actores como la Iglesia Católica y los Salesianos.

Ocurrió en Punta Arenas, en la madrugada del 27 de julio de 1920: el asalto armado seguido del incendio de la sede de la federación de trabajadores –donde además se imprimía su periódico y funcionaba su biblioteca– se cobró la vida de decenas de obreros muertos a bala y sable, algunos de ellos incluso murieron calcinados. Como pasaría en Santa Cruz ese mismo año y sobre todo al año siguiente, en 1921, donde se aplicó la pena de muerte a cientos de trabajadores rurales que reclamaban por las condiciones más elementales de una vida digna. Se los fusiló en el campo y se los enterró en fosas colectivas, o se los prendió fuego.

A un lado y otro de la frontera se repiten ciertos actores muy poderosos, en una frontera que no era tal en la vida diaria y en los vínculos familiares y laborales que nos unían desde entonces. Entre ellos, la participación necesaria de la Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia, más conocida como La Anónima.

La historia nos interpela por los nombres y tira por los vínculos de hijos y nietos a quienes les fue contada la vivencia de su padre, su madre, sus tíos y abuelos. Víctimas, sobrevivientes o testigos.

A cien años, la historia pesa por lo injusta.

«La masacre», el segundo libro de Bayer.
Carlos Vega Delgado, editor de la revista de historia regional ‘Impactos’, de Punta Arenas, publicó este libro esencial con la colaboración del novelista y poeta Pavel Oyarzún Díaz.

Cien años de injusticia

La Patagonia rebelde, como conocemos popularmente a las huelgas rurales de 1920 y 1921 en Santa Cruz gracias (fundamentalmente) a la obra de Osvaldo Bayer, está marcada a fuego por razones de mucho peso: hoy son los nietos de quienes lo vivieron los que cuentan las historias familiares, lo que va quedando de ellas trascurridos los años y las generaciones. En Río Gallegos por ejemplo, don Dante Benítez, quien ya pasó los 90, todavía cuenta la historia de su padre, Severo, un delegado rural que salvó su vida. Hace poco murió Aurora López en Pico Truncado, una mujer casi centenaria que reclamó hasta el final la identificación del cuerpo de su padre, Alejo, fusilado y enterrado en una de las fosas colectivas en la zona de Jaramillo.

Este lunes se cumplirán cien años exactos de lo que se conoce como la Masacre en la Federación Obrera de Magallanes, ocurrida en Punta Arenas en la madrugada del 27 de julio de 1920. Quiero compartirles un fragmento del comunicado que elaboramos desde la Comisión por la Memoria de las Huelgas de 1920-1921 de Río Gallegos (en las imágenes está el convite para las actividades del domingo y el lunes).

Antes de compartir, digo esto último: esta historia está marcada a fuego porque nunca –jamás– se hizo justicia.

LA PATAGONIA REBELDE TAMBIÉN FUE CHILENA

Las huelgas obreras de inicios del siglo veinte, que culminaron con el asesinato de cientos de trabajadores rurales entre los años 1920 y 1921 en Santa Cruz, no sucedieron únicamente en territorio argentino: la región chilena de Magallanes vivió en el mismo periodo un proceso de fortísima organización y lucha del movimiento obrero, que también tuvo como contrapartida una violenta represión por parte del Estado y de los sectores de la oligarquía local, tal como pasó en Santa Cruz.

La denominada Masacre en la Federación Obrera de Magallanes ocurrió incluso antes que los fusilamientos en suelo argentino, perpetrados en su mayoría a fines de 1921 a manos del Ejército, durante la presidencia del radical Hipólito Yrigoyen.

Fue así que el 27 de julio de 1920, en Punta Arenas, la sede de la Federación Obrera fue violentamente asaltada e incendiada por tropas militares, de carabineros y de sectores civiles de la llamada ‘guardia blanca’. Como consecuencia de aquella represión murieron varias decenas de trabajadores, algunos de ellos durante el incendio de la sede sindical.

Patagonia Rebelde: el día que ‘las putas de San Julián’ echaron a los soldados que fusilaron a los obreros

Nota escrita para El Rompehielos http://www.elrompehielos.com.ar, publicada el lunes pasado: 17 de febrero de 2020.

Hoy, 17 de febrero de 2020, se cumplen noventa y ocho años del día en que las cinco pupilas del prostíbulo “La Catalana” se negaron a acostarse con los soldados que, semanas atrás, habían cumplido con la orden del Ejército de fusilar a centenares de obreros huelguistas, en Santa Cruz, durante los episodios conocidos popularmente como las huelgas patagónicas de 1920 y 1921, o La Patagonia rebelde. Transcurría en el país el primer gobierno del presidente radical Hipólito Yrigoyen.

La negativa de estas cinco mujeres al grito de “¡asesinos! ¡porquerías!”“con asesinos no nos acostamos”, ocurrió en la entonces pequeña localidad de Puerto San Julián:  “Jamás creció una flor en las tumbas masivas de los fusilados; sólo piedra, mata negra y eterno viento patagónico. Están tapados por el silencio de todos, por el miedo de todos. Sólo encontramos esta flor, este gesto, esta reacción de las pupilas del prostíbulo ‘La Catalana’, el 17 de febrero de 1922. El único homenaje a tantos obreros fusilados”.

Así lo escribió Osvaldo Bayer en “La inesperada derrota de los vencedores”, el último capítulo del tomo 2 de “La Patagonia Rebelde”. En este capítulo de dos páginas y media (breve para el volumen de la obra), el periodista e historiador logra reconstruir el hecho. Vale la pena citar otro fragmento:

Una paciente investigación nos ha llevado a conocer el nombre de estas cinco mujeres o, mejor dicho, de estas cinco mujerzuelas. Los únicos seres que tuvieron la valentía de calificar de asesinos a los autores de la matanza de obreros más sangrienta de nuestra historia. He aquí sus nombres, tal vez los mencionaremos como un pequeño homenaje o no digamos homenaje, digamos recuerdo de las cinco mujeres que tuvieron ese gesto de rebelión.

Lo diremos con la filiación policial tal cual aparecieron en los amarillos papeles del archivo: Consuelo García, 29 años, argentina, soltera, profesión: pupila del prostíbulo “La Catalana”; Ángela Fortunato, 31 años, argentina, casada, modista, pupila del prostíbulo; Amalia Rodríguez, 26 años, argentina, soltera, pupila del prostíbulo; María Juliache, espñola, 28 años, soltera, 7 años de residencia en el país, pupila del prostíbulo, y Maud Foster, inglesa, 31 años, soltera, con diez años de residencia en el país, de buena familia, pupila del prostíbulo.

Cabe aquí una observación: el término mujerzuelas es utilizado por Bayer con ironía, puesto que en la reconstrucción del episodio el autor cita un parte policial según el cual las pupilas profirieron hacia los soldados “también otros insultos obscenos propios de mujerzuelas”, además de gritarles “¡asesinos! ¡porquerías!”.

*

Las putas de San Julián. ¿Por qué ese nombre, de dónde proviene?

Osvaldo Bayer contó en numerosas ocasiones –incluso en sus contratapas de los sábados en Página/12– que cuando se filmó la película “La Patagonia Rebelde” (1974), en la que fue guionista y supervisó la versión cinematográfica de su propia obra, él hubiera querido que el episodio de las cinco pupilas de aquel prostíbulo del sur fuese la escena final.

“En 1974 –contó Bayer en Página/12–, quise ese final para la versión de La Patagonia Rebelde que dirigió Héctor Olivera, pero el productor Fernando Ayala se enteró, por un coronel amigo, que los militares iban a impedir el estreno de la película y capturar las copias. Tanto Olivera como Ayala me pidieron otro final, a lo que, en principio, me negué, pero después me di cuenta de que debía dar a conocer aquellas huelgas patagónicas, y cambié el final por una escena donde los estancieros brindaban con champán después de los fusilamientos y cantaban ‘For he’s a Jolly good fellow’ al teniente coronel Varela, uno de los responsables de la masacre”.

Eran tiempos de fortísimo poder militar y de censura previa en el país, durante el tercer gobierno de Perón, quien moriría ese mismo año. Bayer prefirió cambiar el final del film: era para él más importante que la historia de los fusilamientos ocurridos en Santa Cruz fuera cada día más conocida por la sociedad. Y así fue.

Sin embargo, casi cuatro décadas más tarde, el dramaturgo Rubén Mosquera le propondría al historiador llevar al teatro aquel episodio, y así fue como este capítulo de las huelgas patagónicas fue rebautizado como “Las Putas de San Julián”; tal fue el nombre elegido para la obra, estrenada a mediados de 2013, en la que actuó el propio Bayer.

Flyer de promoción de la obra de teatro.

*

Pero no sólo el dramaturgo Mosquera homenajeó y divulgó la historia de estas pupilas. Dos años antes del estreno de “Las Putas de San Julián”, en 2011, Eduardo Galeano también hizo memoria de aquel episodio en “Los hijos de los días”, aquel libro en el que el escritor uruguayo cuenta una historia para cada día del año:

Febrero 17. El festejo que no fue.

Los peones de los campos de la Patagonia argentina se habían alzado en huelga, contra los salarios cortísimos y las jornadas larguísimas, y el ejército se ocupó de restablecer el orden.

Fusilar cansa. En esta noche de 1922, los soldados, exhaustos de tanto matar, fueron al prostíbulo del puerto San Julián, a recibir su merecida recompensa.

Pero las cinco mujeres que allí trabajaban les cerraron la puerta en las narices y los corrieron al grito de asesinos, asesinos, fuera de aquí…

Osvaldo Bayer ha guardado sus nombres. Ellas se llamaban Consuelo García, Ángela Fortunato, Amalia Rodríguez, María Juliache y Maud Foster.

Las putas. Las dignas.

Maud Foster, la única de las cinco pupilas que regresó al pueblo.

*

Para terminar esta reseña histórica, vale recordar palabras de Osvaldo Bayer en la que fue su última visita a Río Gallegos, la capital de Santa Cruz, ciudad a la que visitó en innumerables ocasiones y en la que vivieron sus padres durante el desarrollo de las huelgas de 1920 y 1921.

El destino –o el azar– quiso que la última visita del historiador a Río Gallegos se diera en el marco de la presentación de “Las Putas de San Julián”, en agosto de 2014. En una entrevista radial con el autor de estas líneas, Osvaldo dijo que la capital santacruceña era para él “como una patria lejana”. El diálogo que sigue transcurrió  aquella mañana:

Don Osvaldo, usted hace poco contó en una de sus contratapas en Página/12 que esta pieza teatral es una versión libre, y que usted hubiera querido que ese fuera el final de la película, que la última escena fuera ese hecho. Usted escribió en ese capítulo de su libro, cuyo título original es “La inesperada derrota de los vencedores”, que en aquel 1922 las “putas de San Julián” fueron las únicas que se les plantaron y les dijeron “asesinos” a los oficiales del Ejército.

Así es. Fueron las únicas que tuvieron coraje para denunciar este crimen absoluto que hizo el gobierno de aquellos tiempos. ¡Pobres mujeres… así les fue! Fueron castigadas brutalmente y expulsadas de San Julián. La única que pudo volver fue la inglesa Maud Foster, a los 60 años, quien está enterrada en el cementerio de San Julián. Su tumba siempre tiene flores.

La patria lejana de Osvaldo

Nota publicada en el número 2 de la revista de la cooperativa de periodistas Nuevo Día, en agosto de 2017.

Apenas un puñado de radioescuchas sintonizó el programa de manera virtual esa mañana. Eran las diez y cuarto del miércoles 27 de agosto de 2014 cuando Osvaldo Bayer, recién llegado a la capital de Santa Cruz tras volar desde Aeroparque durante la madrugada, tomó el teléfono y se dispuso a hablar con nosotros en Radio Nuevo Día. El autor de ‘La Patagonia Rebelde’ llegaba a Río Gallegos por enésima vez, y lo hacía para presentar ‘Las Putas de San Julián’, la obra de teatro que puso en escena uno de incontables episodios épicos e increíbles de las huelgas obreras del veinte, una historia que Bayer investigó y publicó en cuatro tomos hace medio siglo. Fue también su última visita a la ciudad, aunque en diciembre pasado regresara a la provincia para visitar el cenotafio que recuerda a los obreros fusilados en la estancia ‘Anita’, en cercanías de El Calafate.

Yo les agradezco infinitamente la paciencia que han tenido conmigo, pero estoy bastante sordo ya y los 87 años me traicionan. Pero otra vez estaremos cara a cara y podremos entendernos mejor. Un gran saludo, un abrazo y hasta pronto.

Con esas palabras terminó aquella charla radial bastante accidentada. Lo que sigue es la transcripción de esa entrevista en Así Estamos, el programa que hacíamos con José Antonio Villanueva cuando la radio de la cooperativa Nuevo Día hacía apenas un par de meses que transmitía en vivo solamente a través de internet. Aún no sabía, sin embargo, que esa misma tarde y gracias a su eterna generosidad y predisposición, terminaríamos hablando con Don Osvaldo acerca de un escritor argentino también ineludible, otro grato momento que también rescatamos en este texto.

Río Gallegos tiene para mí un atractivo especial porque aquí vivieron mis padres de 1920 a 1924, aquí nació mi hermano mayor, y están los relatos de mis padres sobre las huelgas patagónicas. Ellos asistieron a todos estos hechos, que me dejaron desde niño las ganas de investigar esto, lo hice durante ocho años y de allí salieron los cuatro tomos sobre ‘La Patagonia Rebelde’ y el film. Siempre me atrajo todo esto, por supuesto, con los recuerdos de mi padre que era bastante poético, y también los recuerdos de mi madre. Así que me gusta venir acá, es como si fuera una patria lejana.

–Usted nos cuenta ese primer vínculo en la infancia con los episodios patagónicos, ocurridos aquí en Santa Cruz, y es una historia que, por suerte y a decir verdad, cada vez más gente conoce y hay muchos a quienes a esta altura no hay que explicarles nada. Pero, por otra parte, usted pisando los 90 años sigue haciendo su trabajo y me imagino que en la obra de teatro de hoy, en la proyección de la película mañana y en el taller de literatura de esta tarde, habrá nuevas generaciones. Estimo que ese vínculo para usted es importante. Esa militancia de difundir siempre la palabra…

Sí, yo acepto siempre todas las invitaciones que hacen a esta historia de Santa Cruz. Y así s que vino el dramaturgo Rubén Mosquera, quien me ofreció teatralizar el capítulo del segundo tomo de ‘La Patagonia Rebelde’ titulado ‘Las Putas de San Julián’, le dije que sí y me propuso además ser actor en la obra y a los 86 años fui por primera vez actor de teatro. Soy el hombre que en la pieza de teatro voy guiando a los espectadores. Y seguiré así hasta mis últimos años porque realmente este hecho es increíble en la historia argentina. No tiene absolutamente ninguna explicación la pena de muerte que aplicó Hipólito Yrigoyen para terminar con las huelgas. Él mismo había terminado dos años antes con la pena de muerte en Argentina. Pero aquí la va a aplicar por subversión: una huelga obrera de peones rurales no es subversión, subversión es cuando se levantan los militares. Así es como esa represión no tiene absolutamente ninguna explicación.

–Don Osvaldo, usted hace poco contó en una de sus contratapas en Página/12 que esta pieza teatral es una versión libre, y que usted hubiera querido que ese fuera el final de la película, que la última escena fuera ese hecho. Usted escribió en ese capítulo de su libro, cuyo título original es ‘La inesperada derrota de los vencedores’, que en aquel 1922 las ‘putas de San Julián’ fueron las únicas que se les plantaron y les dijeron ‘asesinos’ a los oficiales del Ejército.

Así es. Fueron las únicas que tuvieron coraje para denunciar este crimen absoluto que hizo el gobierno de aquellos tiempos. ¡Pobres mujeres… así les fue! Fueron castigadas brutalmente y expulsadas de San Julián. La única que pudo volver fue la inglesa Maud Foster, a los 60 años, quien está enterrada en el cementerio de San Julián. Su tumba siempre tiene flores.

ASÍ FUE COMO TRANSCURRIÓ AQUELLA CHARLA RADIAL antes de tropezar con la sordera del querido Osvaldo. Esa misma tarde, durante el taller literario que tuvo poco de literatura y mucho de historia en el Complejo Cultural, le consulté:

–Ayer se cumplieron cien años del nacimiento de Julio Cortázar y me parecía un buen momento para preguntarle por él, por su figura, que tiene que ver también con el rol del intelectual en su tiempo, como fue el caso de Cortázar cuando por ejemplo en sus últimos años apoyó la revolución en Nicaragua.

Puedo decir que Cortázar fue el mejor de todos, un hombre de gran talento, un hombre que siempre ayudó a los exiliados de la dictadura sin pedir nada, sin figurar. Por eso me dio mucha tristeza cuando él volvió a Argentina después de aquella dictadura y Alfonsín se negó a recibirlo. Fue un gesto muy egoísta de Alfonsín, porque Cortázar lo merecía. Tan largo tiempo en el exilio… y la mala suerte que tuvo: él, un año antes de morir, se había enamorado de una estudiante canadiense y estaba totalmente enamorado. Recuerdo que lo entrevisté, él estaba con ella, y no le sacaba la vista, quería decirle siempre algo. Y luego me preguntaron cómo andaba Cortázar y yo, con un poco de humorismo, le dije: ‘se le cae la baba’. Y después ella murió en Nicaragua, en una peste que hubo, y él se vino abajo y murió al año. Fue un gran escritor, un buen hombre, y un hombre de bolsillo abierto al dolor de los emigrados. Y yo le tengo un gran cariño y una gran admiración.

Una anécdota un poco chistosa –sigue Bayer en su relato–: cuando sale el primer tomo de ‘La Patagonia Rebelde’ Osvaldo Soriano, que era muy amigo mío y de Cortázar le manda mi libro, quince días después leo declaraciones de Cortázar: ‘El mejor libro de este año es del escritor Osvaldo Bayer, que se llama ‘Los Vengadores de la Patagonia Trágica’’. Y yo me volví loco, que Cortázar haya dicho eso. A los dos meses tuve que viajar a París y lo fui a entrevistar, y le dije: ‘Te quiero agradecer infinitamente lo que dijiste de mi libro porque pasó a ser best seller después de tus declaraciones’. Cortázar me mira y me dice: ‘Sí, pero yo te tengo que decir la verdad. Yo no leí tu libro, pero resulta que vino un periodista argentino a hacerme un reportaje y me preguntó cuál era el libro argentino que hubiera leído últimamente y que le haya gustado. Y ahí estaba el tuyo y le dije: ‘El de Osvaldo Bayer’. Lo que pasa es que no sabía qué decirle’. Yo le dije: ‘Bueno, igual te lo agradezco infinitamente’. Y me dice: ‘No. Esas cosas no se hacen’. Una anécdota de Cortázar.

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“YO AYER ME FUI LLORANDO. Acá cada diálogo de la obra iba directo al corazón. Osvaldo estaba llorando y vino no sé cuántas veces a la Patagonia”, le contó el director Rubén Mosquera al periodista Sergio Villegas tras la presentación de ‘Las Putas de San Julián’ en El Calafate, unos días después de su paso por Río Gallegos. “La obra tiene 72 presentaciones hechas, pero hacerla acá en Santa Cruz redimensiona todo.  Cuando está Osvaldo la obra toma un carácter mágico que excede lo que es una obra teatral y pasa a ser un acontecimiento teatral, y acá en Santa Cruz, la obra pasa de ese acontecimiento teatral a ser un acontecimiento social, político y cultural”, cuenta Mosquera en aquella nota publicada en La Opinión Austral tras la presentación en la villa turística, en los primeros días de septiembre de 2014.

Lo cierto es que Mosquera y el propio Bayer no fueron los únicos que lloraron aquellos días. Muchos de nosotros también nos fuimos de allí con el corazón en la mano, dándole las gracias al viejo sabio y libertario que reveló para siempre la lucha por la dignidad y la libertad de los rebeldes de la Patagonia.

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“ESTAS REUNIONES DEBERÍAN HACERSE MÁS A MENUDO. Las reuniones de la solidaridad. Las reuniones del conocimiento. Las reuniones de la amistad. De hablarnos, conocernos. De decirnos nuestros problemas, los problemas del país. De tratar de resolverlos. La cosa positiva, el progresismo: el progresismo verdadero. El respeto de la libertad de todos es el respeto de la igualdad. Queridos amigos, muchísimas gracias por todo esto. Ha sido un día muy feliz para mí”. (Plaza Alberti, ciudad de Buenos Aires, 18 de febrero de 2017: palabras de Osvaldo Bayer en el festejo de sus 90 años, junto a una multitud que lo acompañó)