Las experiencias sociales, de vivencia, como la Feria Provincial del Libro que terminó hace unos días, suelen dejarme cosas decantando con el correr de los días.
El domingo a la noche, casi a medianoche y con la feria recién terminada, comenté acá que lo más groso de las ferias del libro son los vínculos (y la alegría de los pibes yéndose contentos con su libro nuevo).
Hoy fui abriendo de a uno los libros que se me fueron apilando en estas dos semanas maratónicas, y acá están. Me vino a la memoria algo que me dijo un viejo librero de la ciudad hace unos años, en su librería: “El que te diga que lee los libros, miente. Nosotros los libreros somos lectores de las solapas y contratapas”.
Creo que hay bastante de cierto: en el caso de Sudestada, han editado tanto en los últimos años que hay libros que no llegué a hacerles más que una pasada rápida.
Vuelvo. Decía que entonces ahora sí pude abrir, con tiempo, estos libros que están en la foto. (1) “Patagonia rebelde (Cien años)” llegó justo antes del inicio de la feria en la caja de libros del IPS, de Ernesto Zippo, con quien compartimos stand, y Jorge Curinao, que me estaba ayudando a armar el puesto contrarreloj, lo puso a la venta. Luego supe que Ernest me lo había prestado, de modo que podré leerlo ahora que dispongo de tiempo. Los nombres de los autores de esta compilación (Bayer, sus hijos Esteban y Ana, el español Alonso Marchante, el chilote Mancilla Pérez) invitan a la lectura.
(2) “Hemisferio derecho” es el segundo libro de poesías de Luis Vivar, que se dio una vuelta por el stand a inicios de la feria y conversamos un rato largo. No lo hacíamos desde antes de la pandemia. Andaba trayendo sus ejemplares, que iba dejando a los libreros que ofrecen las publicaciones de los autores de la ciudad y de la provincia. Lo leeré con gusto.
(3) El número 8 de la revista-libro La Rama es una lectura y un objeto especial. Siendo su lector desde (casi) el inicio de la publicación –en realidad la descubrí cuando salió el número 2, justo antes de la pandemia–, me da una enorme satisfacción ver nuestros cuentos publicados. Digo nuestros porque allí estamos Ruth Salfate, Esteban Lehue, Sandro Díaz y yo, que venimos trabajando en otro proyecto junto a otros dos colegas más hace un tiempo y terminamos por esa razón apareciendo en La Rama gracias a la generosidad y la mirada receptiva de Patricia Jiménez, María Sol Martínez y Ariel Di Leo. Ya estuve leyéndola a los saltos en las últimas semanas, hojeándola, y se disfruta tanto como el número que la precedió.
(4) Al día siguiente de la presentación de La Rama llegó a mis manos “Sentires del río Santa Cruz”, un libro cuya existencia desconocía hasta unas horas antes de su presentación en la feria. Fue un gusto y una verdadera alegría compartir con la colega (periodista) Noel Miranda, su autora, de Puerto San Julián, ese lunes y martes de charla extensa y súper interesante junto a Esteban Lehue. El libro reúne el testimonio de diez mujeres, que en una serie de entrevistas continuadas explican las vivencias y las razones por las que se oponen a la construcción de las represas sobre el río Santa Cruz. En mi caso, es la primera vez que leo un registro periodístico de este tipo sobre un tema del que sabía y sé mucho menos de lo que debería. Al libro lo fui leyendo en las tardes de feria y me pareció interesante, al tiempo que me dejó la sensación de publicación abierta, de experiencia que continuará, tal vez mutando en otras formas de comunicar la causa que defiende.
(5) Visitando por fin los stands de la feria cuando el puesto de Sudestada dio una tregua, encontré “El boliche de Sotuyo” en el puesto de la UNPA. Editada en 2013 desde la Unidad Académica Caleta Olivia, esta historieta “es resultado del proyecto de extensión denominado ‘La historieta y la historia regional: un aporte para ser utilizado en las aulas”. En mi memoria difusa, el nombre del boliche me remitió al periodo de las huelgas de la Patagonia Rebelde; y en seguida pensé en Luis Milton Ibarra Philemon, cuyo conocimiento y memoria prodigiosa siempre nos ayuda a precisar los hechos, lugares y personajes de las huelgas de 1920 y 1921. Además de interesante, en lo que pude ver esta tarde, me pareció una publicación de muy buena calidad en su género.
(6) «Silenciados los fusiles» es una publicación recién aparecida en la que un grupo de escritores publican un conjunto de poesías y cuentos en el marco el centenario de las huelgas patagónicas. La ideóloga del proyecto es la profesora Natacha Peñaloza, a quien conocimos en el stand de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores, seccional Santa Cruz). La publicación se abona a voluntad y allí escriben, entre otros, Esteban Lehue Sandoval, Cristina Nuñez y la colega Adelina Estrada, por nombrar a algunos.
(7) Estábamos en una larga charla en el puesto de Sudestada en el penúltimo día de feria, cuando le pregunté a Felipe Cervine por aquella Antología de cuentos que había editado junto a sus talleristas hacía unos años, acá en Río Gallegos. Le comenté que no había podido conseguir un ejemplar y, literalmente, sacó uno de debajo de su brazo. Justo le habían devuelto uno de los dos ejemplares que le quedan y me lo prestó, gesto que agradezco. Esta tarde-noche hice trampa y comencé por el final. Leí el “epílogo necesario” y me alegró escuchar la voz de Felipe, contándonos la experiencia del taller literario que llevó adelante durante varios años, hasta antes de la pandemia.
Supongo que cada persona que vive la Feria del Libro desde su lugar, desde su quehacer, volvió a casa con el bagaje de las charlas y de los encuentros. Y regresó además con nuevos libros a ser leídos.
Aunque cuando me puse a teclear pensé que este apunte sería más corto, comparto este repaso a modo de convite de las publicaciones y sus autores.
