En diciembre se cumplieron los cien años de la Patagonia Rebelde y finalmente me tocó estar muy lejos de Santa Cruz en esa fecha.
Para todos a quienes la historia de las huelgas de trabajadores rurales de 1920 y 1921 nos atraviesa por distintas razones –por la injusticia, por su épica, por nuestros ancestros– la fecha del centenario fue una conmemoración importante. Y allí estuvieron mis compañeras y compañeros de la Comisión por la Memoria de las Huelgas de 1920-1921 de Río Gallegos; y allí estuvo el querido Luis Milton Ibarra Philemon, quién si no él, investigador incansable y profundo conocedor de esta historia.
Pues bien. Sucede que este jueves la Legislatura Provincial sesionará por primera vez fuera de Río Gallegos y lo hará en Gobernador Gregores, en el centro de la provincia. Aunque no tengo expectativas singulares por lo que allí vaya a suceder –lo que falta hace años es trabajo legislativo serio y social e institucionalmente útil–, será un día singular para un pueblo que acaba de cumplir 100 años de vida.
Fue en ese marco que Faty (Gabriel Oliva, diputado de Encuentro, my boss) me pidió una reseña que estuviera vinculada a la Patagonia Rebelde. Él había visitado el Cañadón de los Muertos, allí en la zona de Gregores, a mediados del año pasado.
Entre mis relecturas de aquella historia, en plena pandemia de 2020, preparándome para las actividades del centenario que finalmente pasó en diciembre, recordaba y tenía reseñado este fragmento de Osvaldo Bayer que les comparto, y que me pareció tan simple como extraordinario la primera vez que lo leí.
Será que las fichas caen cuando tienen que caer, la mayoría de las veces de modo inesperado: sentí profunda emoción al transcribir al viejo. Antes de citarlo, vale un breve contexto:
José Font, alias “Facón grande”, fue un entrerriano que vivió en Santa Cruz en los años de las huelgas patagónicas de 1920 y 1921. En solidaridad con los huelguistas, este carrero terminó siendo uno de los líderes de la protesta, en la zona de Puerto Deseado y Jaramillo, al noreste de la provincia. Murió fusilado a manos del Ejército el 22 de diciembre de 1921. Esta anécdota vincula a Facón con el pueblo de Gregores, entonces denominado Cañadón León.
Escribe Osvaldo Bayer:
Pareciera que el paso de Facón Grande por la vida patagónica sirvió de algo. Dejó su semilla. No se sabe por qué razón, años después, tres chatas que eran originariamente de Facón Grande quedaron abandonadas en la huella, en Cañadón León. Y comenzaron a ser punto de referencia en el camino. Las tropas de carros paraban allí, a descansar. Y fue allí, precisamente, donde el herrero alemán Kuney se instaló para arreglar todo lo que fuera llantería de carros, luego de que el estanciero Hospitaleche lo salvara de ser fusilado por las tropas del capitán Anaya. Refiere el más viejo de los pobladores de la zona, Artemio Moreno, que poco después Kuney se hizo una casilla de lata que se convirtió poco a poco en el paso obligado de los carros. Y allí comenzó, a su alrededor, a formarse el pueblo que hoy es la pujante ciudad de Gobernador Gregores. En torno a esas viejas chatas y esa casilla de lata, ya que el hotel Cañadón León y la sucursal de La Anónima quedaron lejos, a un costado de la población. ¡Lindo origen para una ciudad! El recuerdo de las herramientas de trabajo de un gaucho patagónico fusilado por hacer pata ancha y acompañar en una patriada imposible a los humildes que le pidieron su ayuda y su consejo. / Del Libro “La Patagonia Rebelde”, en el Tomo 3 titulado “Humillados y ofendidos”. Fragmento del capítulo Capítulo 6 “El hartazgo”.
Las imágenes son tomadas del trabajo de Luis Philemon, difundido en sus redes sociales; la foto histórica de Facón es, de hecho, fruto de su trabajo de búsqueda incansable.
No dejemos de indagar en la historia y en el sentido profundo de aquella masacre de trabajadores, impune hasta hoy, ocurrida en este suelo, Santa Cruz.
