Tomamos veneno todos los días

El caso de las muertes por la cocaína “envenenada” (leo que se cree, en principio, que tiene alguna sustancia opiácea) me recordó una vieja noticia de hace un par de décadas, que tal vez alguien más recuerde. En el caso de ayer, los muertos e internados graves son pobres diablos de barriadas populares de Buenos Aires. La noticia bomba de principios de los dos mil era el hecho opuesto: una supuesta investigación que revelaba que la droga de mejor calidad en Argentina se vendía en el Congreso de la Nación. ¿Alguien más se acuerda?

Digo supuesta investigación pero por mi memoria difusa. Recuerdo que el tema salió en algunos noticieros un par de días, se hablaba de personas muy conocidas registradas en filmaciones transando con el dealer (en aquel tiempo no había celulares con cámaras, tampoco cámaras se seguridad con las calidad de las de ahora). Recuerdo haber visto uno de esos videos en TV y creo recordar que una revista de tirada nacional fue sacada de circulación o censurada de manera extraña (en aquellos años uno se enteraba de algunas cosas a través del periodismo hecho en papel y publicado una vez a la semana). Luego de un fulgor fugaz, la noticia desapareció.

Más allá de las imprecisiones de mi recuerdo, este contrapunto y el hecho terrible de estas últimas horas, no sé a ustedes, pero a mí me reafirma lo que vox populi ya sabemos o suponemos: la droga de mejor calidad, que no te va a matar por envenenamiento, es la que se consume en círculos altos del poder político, económico (y sumemos judicial); ellos y sus hijos toman la más rica. Es triste, pero así como en la base de la estructura social están los pibes y pibas envenenados a diario, en el extremo superior de esa pirámide está lleno de chicos ricos tristes que consumen de todo lo mejor, incluida la cocaína.

Lejos de ser un conocedor de este mundo, ni por experiencia social ni por conocimiento “periodístico”, uno simplemente recuerda pequeños indicios, pliegues de la realidad y hechos que le permiten atar cabos. Las pavadas que uno recuerda… recuerdo al Negro González Oro diciendo muy suelto de cuerpo, en una entrevista en TV entre amigos, años atrás, que había tenido la mejor cocaína servida en bandeja, jugando al póker y tomando whisky en reuniones de alta sociedad “donde incluso había varios presidentes”; un rapto de sinceridad brutal al aire. Siempre recuerdo a Lanata (cuando mirábamos a Lanata) diciendo “Se incauta el 5, el 10 por ciento, pero el resto, ¿por dónde entra? Entra por la puerta”. Y es así nomás, a la vista gorda de sectores de poder que la controlan y se benefician.

Alguna vez comenté, a partir de otro posteo sobre una injusta redada policial contra un local nocturno en Gallegos, que en una oportunidad, años atrás supe, en no más de una hora y luego de salir con un par de amigos, en cuáles tres lugares se vendía cocaína en 300 metros a la redonda de la esquina principal de la ciudad.

El negocio es muy oscuro y demasiado grande. La hipocresía del doble discurso tapa negocios, ciertamente, pero también esconde (nuestras) soledades, angustias y vulnerabilidades, en este mundo hipercapitalista, individualista, que nos enseña hace mucho y todo el tiempo que el “éxito” y la aceptación social están muy vinculados, e incluso deben ser equivalentes, a aquello que consumimos.

Ministro de Seguridad de Buenos Aires, Sergio Berni, en raid televisivo.

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