El sábado 23 de enero, Día del Músico en Argentina en homenaje al Flaco, murió Gabriel Ruiz Díaz. Desde la incomodidad del celular, en Chaltén por aquellos días, tipeé en caliente estas palabras que guardan una anécdota rockera de Río Gallegos. La subo al blog al regreso del viaje.
Un gran músico, de una proyección extraordinaria, que vio interrumpida su vida por un incidente de tránsito tremendo junto al cantante de Cabezones, otra banda de gran proyección entonces, a mediados de 2006. Una noche de excesos que cortó el vuelo musical de un gran bajista (que era además un músico de una gran cabeza musical).
La historia cuenta que la verdadera primera presentación de Cuentos decapitados, el disco que catapultó a Catupecu Machu, ocurrió en verdad en Río Gallegos, allá por septiembre del 2000, en el gimnasio Rocha, cuando la banda de los hermanos Ruiz Díaz estaba sin tocar en Buenos Aires ni en ningún otro lugar porque estaban terminando de grabar aquel disco. Aquella tarde la prueba de sonido estaba retrasada y desde la organización (recital gratuito, los trajo el municipio) decidieron realizarla con parte del público ingresado, a puertas abiertas.
Así fue que sonó Calavera deforme y, luego, el entonces inédito Perfectos cromosomas. Cuando esa canción sonó en aquella prueba de sonido, con ese bajo grave estirando el inicio del acorde de la guitarra… dijimos ¡¡¡Fuaaaaaaá!!! Y supimos (sentimos) que lo que venía era muy groso; y no nos equivocamos en el sentimiento de lo que esa música nos transmitió. Esa noche sonó por primera vez Y lo que quiero es que pises…, el primer gran hit de la banda.
Viniendo del palo del rock pesado en aquellos años de todavía adolescencia, desde aquel día empecé a escuchar y a seguir la carrera de Catupecu, que hizo cosas muy buenas «a pesar de» los hits y los recitales gratuitos y música hit festivalera en que devino el rock argentino de los años dos mil.
Aquel tremendo accidente del 2006 fue una noticia terrible por partida doble para quienes escuchábamos a las dos bandas: a Catupé y también a Cabezones. En aquel inicio de 2006 varios miles tuvimos la suerte de verlos juntos en el Cosquín Rock: los hermanos Ruiz Díaz presentando El número imperfecto, un muy buen disco, y Cabezones tocando en un gran momento, un par de meses antes de grabar el disco en vivo que plasmó ese momento cúspide de la banda (aún recuerdo que entre el público nos dieron el flyer del reci, en la era pre-redes sociales). Aquella noche el cantante de Cabezones subió a cantar Perfectos cromosomas… y fue genial. Unos meses después vino la fatalidad que hoy, casi quince años más tarde, terminó con la muerte de Gabriel.
Fernando dijo en varias entrevistas que a su hermano le pasó lo que le tenía que pasar, al estilo Kurt Cobain, aquello de la muerte joven. Disiento. Ojalá a Gabriel ni a nadie le pasara cagarse la existencia, truncarse la vida por lo que en verdad son excesos.
Un músico para re-descubrir a quienes nos gusta el rock. Una banda para hurgar y mucho en sus lados B, en un rock que hace mucho se convirtió en la marca comercial del «rock nacional». Más allá de estas ideas tipeadas al paso y desde la incomodidad de un celular, lejos de casa, pienso en Catupecu como una banda que me acompañó mucho tiempo con buenas canciones, de músicas y letras intensas. Una banda a la que siempre vuelvo.
Que en paz descanses Gabriel. Ojalá no te hubieras accidentado. ¡Besos al cielo!

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