La Patagonia rebelde, como conocemos popularmente a las huelgas rurales de 1920 y 1921 en Santa Cruz gracias (fundamentalmente) a la obra de Osvaldo Bayer, está marcada a fuego por razones de mucho peso: hoy son los nietos de quienes lo vivieron los que cuentan las historias familiares, lo que va quedando de ellas trascurridos los años y las generaciones. En Río Gallegos por ejemplo, don Dante Benítez, quien ya pasó los 90, todavía cuenta la historia de su padre, Severo, un delegado rural que salvó su vida. Hace poco murió Aurora López en Pico Truncado, una mujer casi centenaria que reclamó hasta el final la identificación del cuerpo de su padre, Alejo, fusilado y enterrado en una de las fosas colectivas en la zona de Jaramillo.
Este lunes se cumplirán cien años exactos de lo que se conoce como la Masacre en la Federación Obrera de Magallanes, ocurrida en Punta Arenas en la madrugada del 27 de julio de 1920. Quiero compartirles un fragmento del comunicado que elaboramos desde la Comisión por la Memoria de las Huelgas de 1920-1921 de Río Gallegos (en las imágenes está el convite para las actividades del domingo y el lunes).
Antes de compartir, digo esto último: esta historia está marcada a fuego porque nunca –jamás– se hizo justicia.
LA PATAGONIA REBELDE TAMBIÉN FUE CHILENA
Las huelgas obreras de inicios del siglo veinte, que culminaron con el asesinato de cientos de trabajadores rurales entre los años 1920 y 1921 en Santa Cruz, no sucedieron únicamente en territorio argentino: la región chilena de Magallanes vivió en el mismo periodo un proceso de fortísima organización y lucha del movimiento obrero, que también tuvo como contrapartida una violenta represión por parte del Estado y de los sectores de la oligarquía local, tal como pasó en Santa Cruz.
La denominada Masacre en la Federación Obrera de Magallanes ocurrió incluso antes que los fusilamientos en suelo argentino, perpetrados en su mayoría a fines de 1921 a manos del Ejército, durante la presidencia del radical Hipólito Yrigoyen.
Fue así que el 27 de julio de 1920, en Punta Arenas, la sede de la Federación Obrera fue violentamente asaltada e incendiada por tropas militares, de carabineros y de sectores civiles de la llamada ‘guardia blanca’. Como consecuencia de aquella represión murieron varias decenas de trabajadores, algunos de ellos durante el incendio de la sede sindical.

