La elección municipal del domingo, primera parte
Nota escrita para http://www.elrompehielos.com.ar, publicada el 23 de octubre de 2019, en vísperas de las elecciones.
Opinión. El próximo intendente va a tener mucho trabajo. Lo sabemos de antemano.
Podemos suponer que todo jefe –o jefa– comunal de cualquier ciudad que supere los cien mil habitantes tiene mucho por hacer. Por la situación –el estado, las condiciones críticas– en que se encuentra Río Gallegos, podemos dar por seguro que el intendente o la intendenta que asuma el próximo 10 de diciembre tendrá una enorme tarea en los próximos cuatro años.
Estos apuntes buscan poner el foco en una serie de asuntos que hacen a la vida de quienes vivimos en la capital de Santa Cruz, pero de ninguna manera pretende agotarlos: una ciudad, una comunidad, un municipio, tienen sus complejidades y, por otra parte, nadie lo sabe todo ni tiene todas las respuestas.
Me da la impresión que nuestros pensamientos en torno a la ciudad –quejas recurrentes, rabias cotidianas, círculos viciosos– nos dificultan pensar más allá, de modo que encarar otras perspectivas se han vuelto un desafío. ¿Acaso no escuchamos decenas de candidatos a concejales e incluso intendentes dando vueltas sobre las mismas cosas pero sin ideas claras?
Este escrito es un artículo de opinión y análisis antes que una nota informativa. Lo interesante para quienes leen desde Río Gallegos es que probablemente tengan preocupaciones y puntos de vista similares. Si sus pareceres no coinciden con el propio, son bienvenidos los matices y las divergencias.
Vale pensar. Darnos un sacudón y tratar de actuar en consecuencia.
Antes de desarrollar el primero de estos apuntes en esta primera entrega, les adelanto una de mis tesis, tan básica como principal: el próximo intendente tendrá mucho trabajo, ya se ha dicho. Pero nosotros ciudadanos, vecinos de la cuadra, miembros del consorcio, contribuyentes, peatones y conductores, todos nosotros en nuestros diferentes roles, deberíamos comenzar a poner más de nuestra parte. Es preciso que sea desde hoy.
Desde ayer.
La tesis que viene en los siguientes párrafos es tanto un deseo como una necesidad imperiosa.
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La Municipalidad de Río Gallegos necesita con urgencia un intendente contagioso. Un intendente que sea capaz de liderar un proceso de trabajo que transmita un mensaje claro hacia adentro del municipio y también hacia afuera, hacia la comunidad.
La ciudad necesita un jefe comunal que sea en algún sentido ejemplar: una persona que sea la primera en personificar las ideas, los valores y las conductas que la ciudad necesita para salir adelante en tantos aspectos en los que estamos estancados.
Necesitamos un intendente que sea capaz no sólo de interpretar las necesidades y demandas, sino también de personificarlas en sus conductas individuales, en su rol de conducción y de funcionario público.
Desde esta perspectiva, ese nuevo intendente o intendenta correrá con una ventaja: no será un jefe comunal re-electo ni ex funcionario inmediato de la actual gestión. Aunque entre los catorce candidatos que elegiremos este próximo domingo hay algunos ex intendentes interinos o que estuvieron a cargo del Ejecutivo durante algún tiempo, y algún ex secretario del intendente que se va, se trata de personas en condiciones de desarrollar su impronta desde cero.
Además de un intendente ejemplar como elemento central, ese jefe o jefa comunal debería conformar equipos de trabajo –titulares de las secretarías y directores de áreas– que sean coherentes con esa impronta, con ese sentido y esas directivas de trabajo.
Dicho de manera sintética: la Municipalidad de Río Gallegos necesita que también los jefes sean ejemplares. Ejemplares por su conocimiento, ejemplares por su capacidad de trabajo.
Es posible que más de un lector me tilde de demasiado pretensioso, o que piense que un índice alto de idealismo deja de ser sensato y entonces se desconecta de la realidad. Es posible. Para decirlo de otro modo: el municipio no puede permitirse más jefes a los que casi no se les ve la cara, jefes que no saben ni están a la altura de sus cargos, jefes amigueros y politiqueros que reducen y deforman el mejor sentido de las palabras política y amistad.
El próximo intendente debería alejarse todo lo posible de ese perfil.
Creo que si el nuevo intendente no es capaz de empezar a cambiar esas mentalidades viciadas y esa idiosincrasia que se nos hizo cultura política e in-cultura ciudadana a lo largo de tantos años, entonces ese intendente estará condenado al fracaso.
Y seguiremos todos, en mayor o menos medida, fracasando ante los mismos problemas que padecemos en la vida cotidiana de nuestra ciudad.
Esa sola persona que encabece la intendencia, o esos grupos de personas que conduzcan los destinos de las áreas municipales, no podrán por sí solos cambiar todo lo que como comunidad tenemos de malos vecinos, malos contribuyentes o malos ciudadanos.
Está claro.
Pero sin ellos será imposible.
Este estado de anomia que se nos hizo carne, mentalidad, costumbre, y que nos afecta por igual tanto a las plantas de trabajadores municipales como a quienes vivimos en la ciudad, como un virus que se nos ha expandido, tiene relación directa con nuestra clase dirigencial, que por otra parte surge de nuestra propia comunidad.
Parece una verdad de Perogrullo, pero no lo perdamos de vista. Ellos, nuestros dirigentes a quienes solemos criticar con razón, también somos nosotros. Pero son ellos quienes más influyen en el destino y en la impronta de una comunidad.
En este tiempo de la ciudad y a esta altura de nuestra crisis –porque estamos en crisis, ¿verdad?– necesitamos con urgencia que los ejemplos lleguen desde allí: es preciso que los ejemplos lleguen desde arriba.
Necesitamos y mucho un intendente ejemplar.