
Primera parte de una nota escrita para http://www.elrompehielos.com.ar, publicada el 14 de septiembre de 2019.
Si pudiera me iría a la mierda. Esa es la frase más cruda y más directa, pero excesiva para titular este texto. ¿Qué nos pasa con nuestra ciudad?
“Sabemos que Río Gallegos es en estos tiempos una ciudad de éxodo”, escribí en un texto que publiqué a título personal a comienzos de este año: el título de aquella nota –Gallegos ciudad hostil– jugaba con la idea opuesta al lema histórico de la capital provincial: la ciudad cordial.
Vale decir, antes de seguir (o antes de empezar), que lo autorreferencial y más personal –más subjetivo y opinable– de los párrafos que vienen no tiene que ver con un espíritu de vanidad. No. Tiene que ver con querer confrontar una serie de ideas y de pareceres con los riogalleguenses que puedan leer esta nota. Los nacidos y criados (los NyCs), y los venidos y llegados que, hace más o menos tiempo, eligieron o bien terminaron viviendo en esta ciudad por distintas circunstancias. También pienso –paréntesis– que al ser EL ROMPEHIELOS un sitio no nacido en Santa Cruz, y que tiene a su vez lectores de distintos puntos cardinales, tal vez sea interesante el ejercicio de mirarse en el espejo de otros.
¿Nos hemos convertido en una ciudad expulsiva? ¿Una ciudad de éxodo?
SOMOS NOSOTROS
…El asunto no es paisajístico. En absoluto. El asunto es que somos nosotros quienes convertimos nuestra ciudad en un lugar verdaderamente hostil. Somos nosotros personas, nosotros vecinos de la cuadra, miembros del consorcio, funcionarios públicos, venidos y criados, simpatizantes o activistas de partidos políticos, trabajadores afiliados o no afiliados a los sindicatos, los que hicimos mierda nuestra ciudad.
No todos tenemos el mismo grado de responsabilidad, por supuesto. Miles de nosotros no nos robamos las partidas para obras públicas ni estamos presos por ello, y no somos siquiera allegados a esos grises funcionarios ejecutivos que juegan a la politiquería como si la cosa pública fuera una timba.
No. Pero ellos también somos nosotros, en algún sentido.
Nuestra cabeza, idiosincrasia y práctica, nuestras acciones, omisiones y expectativas, nuestra “cultura” en un sentido amplio, nos trajo hasta acá.
Somos nosotros.
Estas líneas debajo del subtítulo Somos nosotros son parque de aquel texto de principios de año, Gallegos ciudad hostil, que posteé en redes el 13 de febrero de este año. Decía allí:
Es la primera vez en mis casi 37 años que fantaseo con vivir en otro lugar luego de una breve experiencia: atravesar una parte de la ciudad a pie durante cincuenta minutos.
A diferencia de tantos, nunca me vi viviendo en otro lugar que no fuera mi ciudad, el lugar donde nací.
Sabemos que Río Gallegos es en estos tiempos una ciudad de éxodo. Y no sólo la capital de la provincia lo es: hoy por ejemplo conversaba con una mujer de Pico Truncado, zona norte, ciudad petrolera, que me decía de sus ganas de irse de la provincia a sus casi 65 años de edad. “Si no estuviera en esta silla de ruedas me iría”, dijo. Su asunto, como el de tantos, es la crisis profunda del sistema educativo, un sistema cada vez más expulsivo por una serie de circunstancias que son no para este párrafo ni para los que vienen, sino para un ensayo o un congreso de psicólogos, sociólogos y algunas especialidades más en un congreso de varias jornadas y refrigerios.
Hasta ahí la cita. A lo largo de estos meses de 2019, ese malestar y esa serie de inquietudes en torno a qué nos pasa con nuestra ciudad siguieron dando vueltas, o permanecieron subyacentes. ¿Será que en algún punto, al menos a las personas a quienes nos interesa el proceso electoral local y provincial, porque nos interesa la política y la cosa pública, pues entonces tenemos una expectativa de novedades, de modificación de una serie de cosas, o al menos de habilitación de otras posibilidades a partir de lo que pone en juego nuestro (limitado) sistema democrático? Paréntesis: votaremos concejales e intendente el próximo 27 de octubre; ya votamos en agosto para gobernador y fue reelegida Alicia Kirchner.
Algo de eso hay, me respondo.
Así y todo seguí tirando del hilo, de la punta de ese ovillo enmarañado que es nuestro horrible malestar. ¿Qué nos pasa con Río Gallegos?
Salí en busca de testimonio, de la posibilidad del diálogo, de otras voces para seguir el tema desde EL ROMPEHIELOS. Una voz que va en crudo, una voz –una mujer– entre tantas que podrían relatar su experiencia.
“EXTRAÑO UN MONTÓN”
–Qué contar de este autoexilio, se me ocurren tantas cosas, excusas todas. Sin embargo, tratando de enumerar algunas puedo decirte que el último año, 2017, fue insostenible emocionalmente para mí. Soy la responsable a cargo de mis hijos y por lo mismo, laburante. Muy.
Si bien económicamente, y con tres trabajos podía cubrir las necesidades de mi familia numerosa, esa demanda laboral me restaba tiempo con los míos. El aumento de precios empezó a sentirse en el ajuste del alquiler. Y así y todo, lo económico no ha logrado ser la excusa primera para marcharme otra vez de mi Río Gallegos no tan cordial pero muy querido para mí.
Es que la gente andaba enojada, puteándose en los semáforos, chocando en los estacionamientos, esquivando la mierda de las calles. Literal. Los artistas subiendo a escenarios a cantar contra todos y enojados. ¿Con razón? Quizás. En el súper las caras largas, el hospital casi sin atención cuando lo necesitaba, los chismes de pasillo.
Los inviernos más crudos nunca fueron motivo de queja porque teníamos gas en casa y a un precio más que económico. De a poco eso dejó de existir. Las clases no empezaron nunca… aun cuando ese año empezaron en agosto, fueron espasmos que sólo hicieron daño en el trayecto escolar de mis hijos que por yo no tener tiempo, casi no podía reforzar. Íbamos temprano al jardín, con la preparación previa que requiere eso y la ilusión de ellos y volvía con mis hijos llorando, sin entender por qué otra vez no había clases… y yo preguntándome por qué ni siquiera habían avisado.
Me encontraba llegando a la cama agotada. Agotada. Tanto correr… ¿para qué?
La queja de todos en las calles, y el comentario constante de “si pudiera me voy a la mierda”. El humo con olor a mierda que entraba apenas abría una ventana. Todo me empezó a parecer un sin sentido.
Me fui a otra provincia, y el gobierno nacional se puso más heavy con el ajuste. Económicamente ya no estoy tan bien como en el sur. No hay actividades gratuitas, ni artísticas ni deportivas como lo había allá. Es envidiable la formación de calidad en esas disciplinas que hay en Gallegos. Siento que las personas que vivimos allá no nos damos cuenta de lo valioso que es eso. Aquí todo es pago, hasta el agua.
Pero ya no corro… y trabajo desde casa.
Mis hijos juegan con los nenes del barrio afuera, tienen clases todos los días. Cuando algún docente se adhiere al paro nacional, hay otra que lo cubre. Tienen boleto gratuito para ir al colegio. Participan de proyectos escolares extracurriculares. Sus docentes se comunican con nosotros, los padres en grupitos de WhatsApp que manejan excelente. Nos comparten fotos de las actividades del día y nos recuerdan de las tareas del fin de semana.
Extraño un montón. El viento, el aire frío de la costanera, los helados Tito.
Mi familia, mis amigos… todo eso extraño pero estoy contenta con darle a mis hijos este presente, que se parece mucho al que yo viví allá en el sur, con más frío que ahora, con mucha nieve en las calles, con papás en las comisiones de padres trabajando para el colegio, con barrio, con amiguitos de la cuadra, antes de que se rompiera todo. Que por cierto, ¿cuándo fue que se fue todo a la mierda?
En fin, una y otra vez me repito: todo no se puede.
¿UNA MARCA DE IDENTIDAD?
–Una marca de identidad del riogalleguense medio es que siempre se quiere ir de Río Gallegos (Igual nunca se va)– escribió un colega amigo, Esteban, al pie de aquel primero texto, Gallegos ciudad hostil. “Dicho como ironía es chistoso, para reírnos de nosotros mismos (que está bien), pero es para analizar 1. de dónde viene esta idea del ‘me quiero ir a la mierda’ 2. el éxodo es real, no es joda, en este tiempo”, le respondí pensando que bromeaba.
–Yo hablo bien en serio. Pero desde que conozco Río Gallegos, la mayoría de la gente se quiere ir. Es una marca de identidad (…) un lugar donde hasta el que llegó de otro punto del país y siente el desarraigo y el que nació ahí quiere irse, se dificulta construir algo colectivamente.
Esteban me hizo pensar. Decenas, cientos de personas, leyeron, compartieron y comentaron aquel texto de mediados de febrero. Unos días después escribí:
No alcanza con expresar la rabia. Hay que hacer algo al respecto: algo desde el campo de las ideas (supongamos, un texto que mire hacia adelante frente a cómo abordar el problema). Y luego algo desde el campo de la praxis: hacer algo concreto, desde distintos ámbitos y cada cual desde su lugar deberíamos hacer cosas concretas.
CICLO 2015-2019
EL ROMPEHIELOS publicó días atrás una muy interesante nota (Río Gallegos: el medioambiente en la boleta) que da cuenta que, por segunda vez, “la Asociación Ambiente Sur realizará una encuesta de opinión para conocer cuáles son las prioridades ambientales, las que luego serán presentadas a los todos los candidatos a intendente”. “Las crisis van de la mano con el medioambiente”, relata allí Germán Montero, el director ejecutivo de la asociación.
La nota dice que “en 2015 la Asociación realizó la primera encuesta. Allí el 84,1 % de los vecinos consideraron que la prioridad ambiental a resolver era la gestión de la basura y el traslado del Vaciadero municipal; los desagües pluviales y cloacales, el 59,5 %; contaminación del aire por quema de basura y cubiertas, el 51,3% y las mascotas y animales sin control, el 48,5%”.
Hacer algo concreto, desde distintos ámbitos y cada cual desde su lugar deberíamos hacer cosas concretas, decía. Este es un punto, el de las graves problemáticas ambientales, donde sí se observa en los últimos años (más en los últimos dos) una dinámica muy intensa por parte de pequeños colectivos organizados que buscan paliar problemas, ayudar, cooperar, tomar conciencia, resistir y reclamarle al Estado: la ‘Asamblea por el Medio Ambiente’, la agrupación ‘Quiero un Río Gallegos Limpio’, las jornadas de educación ambiental popular del año pasado, los grupos de recicladores que crecen y se interconectan, el colectivo de personas que revivió el amparo ambiental presentado en la Justicia contra el municipio por la crisis ambiental de 2015; son algunos ejemplos claros de quienes se movilizan en pos de.
EL SÍNDROME DE LA VALIJA
–Lo ves en la basura, lo ves en la falta de verde, en la falta de jardines. La falta de pertenencia a tu lugar, de amar a tu lugar… Ay, me estoy metiendo en camisa de once varas…
Voy a ser un NyC tristemente primario. ¿Cuántas personas piensan vivir toda la vida en Santa Cruz? Muy pocas. Yo entiendo un montón de cosas y entiendo el desarraigo, pero amá tu lugar. Hay un síndrome que se llama el síndrome de la valija en el pie de la cama, que eso lo vivíamos en Río Turbio y lo criticábamos. Era el individuo que, vamos a empezar por el final, volvía en marzo sin un peso, lleno de deudas. ¡4×4! Infra alimentados, infra educados. Dejaba la valija a medio armar a los pies de la cama. Dormía con los pies recogidos porque estaba la valija ahí. En julio se iba de vuelta. El Estado le daba la casa, se caía el cerco, que se caiga. Los chicos…había un problemita de salud. Y bué. Cambiaba la 4×4. Y se iba al norte de vuelta. Que no suene despectivo esto, eh, y me hago cargo. Se iba al norte de vuelta, les mostraba a todos que tenía una 4×4. Grande… Juáaa… Mirá qué grade la camioneta. Jaaaa. Ya está. ¿Y la vida? Te pasaste una vida… O sea, sé agradecido con tu lugar. Sé agradecido con tu lugar y cuidalo a tu lugar. Yo no puedo concebir que la sociedad no haya entendido que si te agachás el lomo, una vez en tu vida hacés un agujero con una pala, que te lleva quince minutos, ponés una estaca y los primeros tres años le echás agua, sale un árbol. Y vos no lo vas a disfrutar al árbol, te vas a morir antes, el que lo va disfrutar es tu nieto. No puede ser que no haya árboles. A mí me criticaban que en la ría, cuando nos fuimos a vivir ahí abajo: No, está al lado del mar. Mario B.… ¡Mario B. tiene las cerezas más australes del mundo! El cerezal de Mario B., a metros del agua salada, tiene unas cerezas que parecen uvas. ¿Qué hizo el tipo? Metió árboles, pala. Tengo un vecino que tiene un cerezal en la vereda. Tengo otro vecino que tiene una araucaria en la vereda al lado del mar. ¡Debe ser la araucaria más austral del mundo! Tiene ya como… el viejito B. la plantó. No sé si vive, estaba en Calafate, estaba un poquito mal. Bueno… el tema es, amá tu lugar. Amá tu lugar. No hay otra vida, no jorobemos, no hay otra.
Recogí el testimonio de una charla radial que mantuvimos con un reconocido locutor de la ciudad. Fecha, mediados de 2015. Tema, en ese tramo de la charla, el estado de abandono en que se encontraba la ciudad. Era una preocupación también recurrente en ese entonces: cuatro años atrás.
–Estamos igual.
–Entonces estamos peor.
–¿Será por eso que la gente se empezó a ir?
FENÓMENO INVERSO
–Me llevo mal con los que sacan chapa de NyC– responde ante la consulta de EL ROMPEHIELOS una mujer que adoptó a Río Gallegos como el lugar donde desarrollar su vida hace casi cuatro décadas. Nacida en Entre Ríos, Rosita trabaja desde hace muchos años atendiendo las problemáticas de los migrantes.
Vuelvo al inicio. ¿Somos una ciudad expulsiva? ¿Una ciudad de éxodo? Rosita de la Pastoral Migratoria de la iglesia, un alto funcionario de Migraciones y un referente del gremio de trabajadores docentes me marcaron otro fenómeno interesante, como contrapartida a la idea del “si me pudiera me iría…”: Río Gallegos, Santa Cruz y Patagonia continúan registrando un movimiento migratorio constante, aún a pesar de estas crisis de múltiples caras.

Mientras cierro esta nota para EL ROMPEHIELOS, uno de los dos diarios que se editan en la capital de Santa Cruz publica en tapa este jueves 12 de septiembre: “Crecen las consultas por la nacionalidad chilena”. El título de La Opinión Austral detalla: “El cónsul del vecino país, Sergio Valenzuela, confirmó que en las últimas semanas y como consecuencia de la crisis argentina, hubo un fuerte aumento de los trámites de argentinos que quieren irse a Chile”.
Les decía que seguí tirando del ovillo en busca de otros testimonios, que se publicarán en una segunda parte: “No hay más inmigrantes, pero sí las migraciones tienen nuevos rostros”. “Y tienen, en este tiempo, más rostro de mujer”. “Todos somos migrantes”.
– ¿Irse? Irse se va el que puede, no el que quiere.
(Fin de la primera entrega)